viernes, 30 de enero de 2009

Hermandad Sacerdotal Española

Luis Joaquín Jaubert. 30 de enero.

Los buenos historiadores, es decir aquellos que sólo desean exponer la verdad de los hechos sin prejuicios, tendrán en años venideros un gran trabajo para, con equilibrio, interpretar y juzgar lo acontecido en los últimos críticos cuarenta años de nuestro catolicismo. Años en los que la “tradición” nunca estuvo excomulgada, aunque sí perseguida, en unos casos, y despreciada en casi todos. Algunas Congregaciones religiosas del espectro tradicional, que iniciaron su andadura en primer lugar, cronológicamente hablando, fueron regularizando su situación y otras, nacidas posteriormente, directamente se insertaron en un marco jurídico canónico. Un grupo importante, la FSSPX, de la corriente “tradicionalista” tuvo sus obispos excomulgados y, todavía, su Sociedad en situación irregular. Esperemos que se continúe  el proceso, iniciado hace años pero acelerado en este papado, como reconoce el superior de la citada fraternidad Mons. Fellay: “lo que ha ocurrido ahora no es fruto de una tratativa o de un acuerdo. Es un acto gratuito y unilateral que demuestra que Roma nos quiere realmente bien. (…) todo ha cambiado y eso se lo debemos al Papa”.

Dentro de estas últimas cuatro décadas, en España, no podemos dejar de rendir un sentido homenaje a una asociación, la Hermandad Sacerdotal Española(HSE), y a las Uniones Seglares surgidas a su vera, nacida en el mes de julio del año 1.969, que llegó a tener cerca de ocho mil sacerdotes afiliados, regulares y seculares, entre los cuales muchos conocidos filósofos y teólogos. No se produjo, entre sus filas, ninguna secularización y siendo sus miembros tremendamente críticos con la situación eclesial y con la actitud de gran parte de la jerarquía sin una respuesta adecuada a la misma, jamás dejaron de ser leales a sus promesas de obediencia. Con una fidelidad puesta a prueba continuamente, en medio de un contexto de deserciones al sacerdocio y contestaciones al Magisterio de la Iglesia, dieron un testimonio que les caracterizó durante todas las batallas en defensa de la Verdad en las que se vieron envueltos.

Yo era un adolescente, pero por las revistas a las que estaba suscrito mi padre, aún puedo recordar aquellas jornadas sacerdotales convocadas por la HSE, como las de 1.972, celebradas en Zaragoza, en las que se reunieron tres mil sacerdotes ataviados como tales con el traje talar; las de Cuenca 1974 con 2.400 asistentes que la revista Iglesia-Mundo, en su portada, titulaba “Los curas con sotana dan la cara” y en la que se recogía las palabras de Mons. Guerra Campos “tenemos que transmitir el dogma y no nuestras propias ocurrencias”, jornadas en las que desde su estudio podríamos, después de más de treinta años, entender la situación vivida en aquel momento reflexionando sobre las palabras del entonces presidente de la HSE el franciscano P. Oltra que hacia mención a “aquellos que nos quieren sacar del templo con vilipendio” o, incluso gráficamente, en una foto que se hizo famosa, la escena en la que un canónigo de Málaga, D. Luis Vera, fue alzado en hombros por otros sacerdotes, en la plaza de la Catedral conquense, al terminar su conferencia en la que hizo referencia a los teólogos modernos “que pretenden parir Iglesias nuevas desde hoteles de cuatro estrellas”. Después se organizarían en Santiago de Compostela, Granada 1.978 en las que advirtieron sobre una Constitución que dejaba “la orientación moral de las leyes y de los actos de gobierno a merced de las ideologías imperantes en los poderes públicos”… y hasta el día de hoy, que mermadas sus filas por el fallecimiento de miles de aquellos fieles sacerdotes, siguen celebrándose las correspondientes jornadas.

Simplemente mencionar a los que fueran presidentes de la HSE: el citado P. Miguel Oltra que sería, junto al P. Venancio Marcos, el encargado de iniciar el sufrido recorrido de esta asociación sacerdotal; el Magistral de la Catedral de Vitoria, don Luis Madrid Corchera, que  escribiría un libro con parte de las vicisitudes vividas desde la HSE, cuyo título lo dice todo: “Historia de un gran amor a la Iglesia no correspondido”; y, por último, elPadre Antonio Turú Rofes, que, también, es el Superior de los Misioneros de Cristo Reyfundados de la mano del P. José Mª Alba S.I., que, a su vez, fue cofundador de la HSE.

Hoy las palabras de la Jerarquía de la Iglesia hacen justicia a todos aquellos santos sacerdotes, no porque los nombre sino por la razón que dan a las posturas que ellos mantuvieron por amor a Cristo y a la Iglesia entre muchas incomprensiones de los que cerraron sus oídos a todas sus denuncias y afirmaciones.

Fuente: Diario ya

http://www.diarioya.es/content/hermandad-sacerdotal-espa%C3%B1ola

viernes, 23 de enero de 2009

Justicia y misericordia

Luis Joaquín Gómez Jaubert. 23 de enero.

Dos palabras volverán a escribirse con la pluma de Benedicto XVI, dos realidades estarán de nuevo presentes en el actuar del Santo Padre. Bien sabe el Papa que en Dios hay misericordia y justicia, todo lo pensado - obrado por Dios es misericordia y justicia. Los escritos de santos y teólogos para explicar la justicia y la misericordia de Dios, se han multiplicado en todos los tiempos. El pensamiento de Santo Tomás, recomendado por el CIC para los estudios eclesiásticos, afirma que aun cuando la creación no presuponga nada creado, sí presupone algo en el pensamiento de Dios pues las cosas existirán según lo determinado por la sabiduría y bondad divinas. En este sentido, lo que hace en las cosas creadas lo hace con el conveniente orden y proporción que es la razón de justicia y, siguiendo al doctor angélico, la obra de la justicia divina presupone la obra de misericordia, y en ella se funda pues, en último término, en cualquier obra de Dios aparece la misericordia como raíz. Juan Pablo II, escribió al respecto: De este modo, la misericordia se contrapone en cierto sentido a la justicia divina y se revela en multitud de casos no sólo más poderosa, sino también más profunda que ella. Ya el Antiguo Testamento enseña que, si bien la justicia es auténtica virtud en el hombre, y en Dios, significa la perfección trascendente, sin embargo, el amor es más "grande" que ella; es superior en el sentido de que es primario y fundamental. El amor, por así decirlo, condiciona a la justicia y en definitiva la justicia es servidora de la caridad. La primacía y la superioridad del amor respecto a la justicia (…) se manifiestan precisamente a través de la misericordia” (…).4.11 Dives in Misericordia.

Con relación al hombre, nuestra justificación es prolongación de la iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón y, al tiempo, es acogida de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo. Todos los cristianos debemos hacer nuestras, como fundamento de nuestro actuar, la misericordia y la justicia en cuanto discípulos de Jesús y miembros de la Iglesia que, como Madre y Maestra, en su jerarquía, ha de adoptar en sus decisiones, de la manera más perfecta que pueda, expresiones de misericordia y justicia lo que no es tan fácil como algunos puedan creer. No siempre se sabe dejar correr la gracia de Dios por las arterias y venas eclesiales y no siempre todos saben recibir, con el espíritu correspondiente, esa gracia. Paradójicamente, en algunas personas no se asume el hecho de que se tengan expresiones de amor y misericordia con ellas, que no dejan de ser también de justicia. Dejando la conciencia de cada persona para el juicio misericordioso de Dios, hay un espacio, que manifestado en lo externo, queda sometido al juicio y a la misericordia del hombre de Iglesia. El pontificado de Benedicto XVI intenta demostrar que Verdad y Caridad son inseparables y que en honor a ambas hay que procurar que, también, los sean justicia y misericordia. En este contexto, hemos de reflexionar y acoger medidas, que en esta semana se harán públicas. Pidamos la intercesión de la santa Inés ("aquella que es casta y pura" o "aquella que se mantiene pura"), mártir y virgen, celebrada el día 21 del presente mes.

Después de hablar sobre como manifestar el amor, seguidamente Jesús nos dice: “Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt. 5, 48). En ese camino de perfección el amor nos presenta el verdadero rostro de la justicia. Benedicto XVI lo plantea en su primera encíclica refiriéndolo a Dios y, a pesar de las oposiciones de unos y de otros, en asuntos eclesiales busca la manera de que sus actos, como Vicario de Cristo, no oscurezcan sino trasparenten el contenido de la justicia y de la misericordia, procurando actuar como lo haría el propio Señor. Termino, como buen colofón, con este texto de nuestro Papa: “El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor” (“Deus caritas est” n. 10). Benditas palabras, benditas realidades.

Fuente: Diario Ya

http://www.diarioya.es/content/justicia-y-misericordia

viernes, 9 de enero de 2009

Oriente

Joaquín Jaubert. 9 de enero.

 No todas las noticias que proceden del oriente son buenas. Desgraciadamente, en muchas ocasiones, claramente negativas. Sin embargo, en las Sagradas Escrituras es bueno recordar y destacar que el Este era el punto cardinal preferido pues, entre otros motivos, era símbolo de alegría, prosperidad e incluso de Dios mismo (Lc. 1,78). En la Iglesia primitiva, y durante siglos hasta hace unas décadas, era la dirección sacra hacia la que se orientaba la oración y la celebración de la Santa Misa. Esta significación litúrgica nos conduce a la idea de que todos los que participamos en la Misa miramos hacia Dios. Versus orientem y ad orientem se convierten en ad dominumversus Deum ycoram Deo.

En este sentido en el que enfoco el artículo, deseo aprovechar, antes de finalizar el tiempo litúrgico de Navidad, la solemnidad de la Epifanía para releer un par de textos que, precisamente, colman de dicha a los buenos cristianos y que, como se puede apreciar, nos recuerdan que, para no desorientarnos, hemos de mirar siempre al origen de la única alegría permanente en nuestra vida, Jesús Nuestro Señor. La pregunta de los Magos “¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo” (Mt. 2,2), encuentra respuesta exacta camino a Belén pues “he aquí  que la estrella que habían visto en el Orienteiba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño”. (Mt. 2,9). El rostro de felicidad de aquellos tres sabios debió de responder a la contemplación de lo que el profeta Baruc anunciaba a la ciudad santa “Jerusalén, mira al oriente y contempla la alegría que te viene de Dios” (Ba. 4,36) o a lo escrito en Ezequiel “y de repente llegó del Orientela Gloria del Dios de Israel con un ruido semejante a los grandes torrentes; la tierra se iluminó con su Gloria” (Ez. 43,2). Todo ello nos remite a la segunda venida de Jesucristo en la cual “como el relámpago sale de Oriente y brilla hasta Occidente, así ocurrirá con la venida del Hijo del hombre” (Mt. 24, 27).

Por otra parte, la expresión Coram Deo implica vivir la presencia de Dios pues estamos ante los ojos de Dios. La postura litúrgica quiere simbolizar estar en la presencia de Dios lo que sólo puede producir una vida perfecta e irreprensible. En otras palabras, se explicita la relación de lo que se celebra con lo que se ha de vivir, además de creer. San Pablo exhortaba a los Corintios a que vivieran "mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor" (2 Cor. 3,18). La Iglesia peregrina queda bien manifestada al caminar todos en una misma dirección hacia el Dios, uno y trino.

No nos ha de extrañar que, desterrado el arqueologismo que nos condujo casi a suprimir la celebración de la Santa Misa con sacerdote y fieles mirando al tiempo hacia Dios, por parte de muchos liturgistas se quiera recuperar la dirección sacra común a todos.

Un reconocido teólogo Ratzinger, hoy Benedicto XVI, en el lejano año de1966 cuando no se había impuesto la práctica que apareció acompañando la reforma litúrgica, decía en Bamberga “No podemos negar por más tiempo que sobre este tema se han insinuado muchas exageraciones e incluso aberraciones, hasta el punto de resultar enojosas e indecorosas. Por ejemplo, ¿deberán celebrarse todas la Misas cara al pueblo? ¿Es tan absolutamente importante poder mirar a la cara al sacerdote que celebra la Eucaristía? O, ¿no será muchas veces extremadamente saludable pensar que también él es un cristiano y tiene todos los motivos parta dirigirse a Dios en compañía de sus hermanos congregados en asamblea, y recitar con ellos el Padrenuestro? 

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/oriente

viernes, 2 de enero de 2009

¿Quién se mete donde no debe?

Joaquín Jaubert. 2 de enero.

El tiempo litúrgico de Navidad, nos hace gozar de muchas celebraciones todas ellas centradas  en el gran misterio del nacimiento de nuestro Salvador. Más de una vez hemos comentado el vaciamiento, medido y querido por parte de los poderosos del siglo, de todo sentido sagrado de estas fiestas. Fechas en las que los católicos vamos contemplando, junto a la presencia del Niño Dios en la Natividad del Señor, a los Santos Inocentes, a la Sagrada Familia, a Santa María Madre de Dios, la Epifanía del Señor con la adoración de los Magos, el Santísimo Nombre de Jesús, el Bautismo del Señor… Algunas de ellas con gran repercusión social. Quería fijarme en los ecos que, en algunos medios, al igual que sucedió el año pasado, ha suscitado la iniciativa  de celebrar, concentrando a un millón de fieles, la Santa Misa de la fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José, en la Plaza de Colón de Madrid.

Una vez más se ha manejado la inexacta pregunta sobre si la Iglesia debe de “meterse” en política. Hay una gran sensibilidad, entre nuestra gente, con referencia a dicha posibilidad. Tal vez porque no se entiende que una institución sacra descienda a la bajeza con la que el pueblo español define el modo de actuar de los profesionales de la política actual. Estas reacciones populares de carácter negativo hacia la Iglesia, cuando se supone que invade un campo que no es el suyo, ha sido y está siendo aprovechada por los poderes políticos y mediáticos para extenderlas a otros temas que, al tiempo que en algún aspecto debe ser preocupación de la administración pública, son objeto de la atención del Magisterio de la Iglesia y de su actividad como también lo han sido en las Sagradas Escrituras y en la predicación de Jesucristo.

Que, en los primeros años de este milenio, se llegue, con total ignorancia, a afirmar que la Iglesia se “mete” en política por defender la vida frente: al aborto, a la manipulación y destrucción de embriones, a la eutanasia y a los demás desmanes que, en el desequilibrio moral de una sociedad hedonista, paulatinamente se van aceptando. Que, igualmente, se afirme que la Iglesia se “mete” en política por hacer pública profesión de una verdad natural cual es que el matrimonio entre hombre y mujer es el único posible o que lo está haciendo cuando plantea la indisolubilidad del verdadero matrimonio. Que, en parecida tónica, se diga que la Iglesia se “mete” en política al defender la libertad de Ella misma para predicar en España y en China o la correspondiente de los padres para educar a sus hijos. Que se manifieste contrariedad porque jerarcas de la Iglesia llamen la atención sobre el grave problema moral en el que caen los cristianos que apoyan a partidos políticos que aprueban todos los desatinos recordados en este párrafo… no deja de ser todo ello una utilización de las malas artes, típicas de la astucia del maligno.

La pregunta está mal planteada y hay que devolverla a los que tanto la utilizan para desautorizar, constantemente, sin razonamiento alguno a los razonados documentos del Magisterio Eclesial. La verdadera cuestión habría que formularla preguntándonos si los poderosos del Occidente están capacitados para destruir, con sus leyes y campañas manipuladoras, vidas, educación de niños por los padres, matrimonios y familias, y, en definitiva, el orden natural de la creación. Habría que preguntarse si ellos, creyéndose dioses, son alguien para cambiar la propia naturaleza de las cosas. En conclusión, la pregunta ¿quién se mete donde no debe? creo que tiene una clara respuesta. 

Fuente: Diario Ya

http://www.diarioya.es/content/%C2%BFqui%C3%A9n-se-mete-donde-no-debe