viernes, 19 de septiembre de 2008

El poder de los "exprés"

Luis Joaquín Jaubert. 19 de Septiembre.

No recuerdo en qué momento de mi vida escuché por primera vez la palabra exprés, aunque supongo que sería en alguna película del oeste americano en la que se haría referencia al Pony Express. Luego ya se iría enriqueciendo mi vocabulario con el tren, la olla y otros términos acompañados del consabido exprés. Lo que nunca supondría es que terminaría asistiendo a la utilización de este vocablo aplicándolo a realidades que tocaran los fundamentos de la sociedad.
 
Que se descubra la manera de que los aparatos domésticos de uso cotidiano funcionen con una rapidez mayor que los considerados hasta entonces normales en su velocidad, me parece muy positivo y así en otros órdenes. Pero no deja de sorprender que los poderes gubernativos y legislativos estén interesados en su aplicación a temas que requieren por su propia naturaleza una profunda reflexión. La maldad que se haya detrás de esta actitud ha traído, está trayendo y traerá un sinfín de consecuencias trágicas y destructoras del orden natural de las cosas minando los cimientos de la sociedad.
 
Ya se demostró la negatividad de la ley del divorcio que generó una mentalidad, en las nuevas generaciones que se formaron bajo su sombra, la cual multiplicaría en las mismas, años después, las rupturas matrimoniales con respecto a las anteriores. La ley del divorcio exprés terminaría por hacer desaparecer un periodo meditativo que llevaba al 25% de las parejas a la reconciliación.
 
Siguiendo la misma pauta de pensamiento y de actuación, ahora pretenden pasar de la limitada, aunque inmoral y asesina, despenalización del aborto a su legalización total, es decir al aborto libre o exprés en el sentido en que no se necesitará de diálogos ni de solventar dudas con médicos o psicólogos o peritos. Que usted señora quiere abortar porque le duele la cabeza o porque ha tenido una discusión con su pareja sentimental y quiere hacerlo rabiar pase por esta puerta y no le de más vueltas.
 
Con la eutanasia se seguirá el mismo proceso, pues inmersos en la cultura de la muerte en la que no se deja vivir a las personas que comienzan su andadura en el seno materno con mayor razón se argumentará que los viejos ya han vivido bastante. Primero, como ya sucedió con el aborto, se limitará la ley a unos casos concretos, en los que se jugará con las sensibilidad del pueblo, haciéndole contemplar casos extremos de sufrimiento, después, introducida la nueva mentalidad anti-vida ya será libre. A ver caballero quiere usted que se acerque a su casa una necroambulancia, en unos minutos estamos allí y procure no equivocarse de pariente porque esto es rápido, es exprés.
 
Y de esta forma se podrá entender el cumplimiento de las penas exprés en las que mil años son un año como reza el texto bíblico refiriéndose a Dios. Y también podrá explicarse el porqué de los tribunales populares que tanto añoran algunos jueces. Usted es cura, monja o lleva un rosario o es conocido/a por ir a Misa. Pase y recorra ese pasillo que al fondo son las condenas exprés. Y estén tranquilos que sus fosas nunca serán removidas, aunque el enterramiento también sea exprés. Y, por supuesto, todo revisado con la historia exprés, es decir ustedes hermanos de San Juan de Dios que cuidaban enfermos fueron ejecutados porque eran los malos así lo ha decidido el parlamento en una votación exprés.
 
El último exprés conllevará el deseado fracaso escolar general, complementado con títulos rápidos en alguna tecnología y sin ninguna clase de humanidades de tal manera que, rotos todos los eslabones generacionales, en el futuro nadie pueda pensar, excepto en la educación para la ciudadanía en la que se enseñará, precisamente, a no contemplar la naturaleza sino a idear un mundo contra natura en el que sólo has de seguir las aberraciones, eso sí exprés, que se le ocurra al gobierno de turno.
 
Si de algo no me cabe duda es que estamos padeciendo una de las etapas de la historia más irracional, donde los poderes dominantes han conseguido que la capacidad de contemplación y de la consecuente reflexión hayan desaparecido de nuestro horizonte, acostumbrándonos a las frases cortas de una clase o casta dirigente que no pueden elaborar un discurso argumentado porque no sería exprés. ¡Qué Dios nos coja confesados!

viernes, 12 de septiembre de 2008

Para la persecución que se acentúa: Santidad

Muchas veces se antoja difícil, cuando estamos ante la imagen de un santo o de una santa, pensar en que, como seres de carne y hueso, durante su vida también fueron pecadores. Sobre los errores morales cometidos por estos hombres y mujeres de vida ejemplar, necesitados de la misericordia del Señor, hay poco que añadir. Pero de lo que deseo tratar es de las acusaciones de pecados inexistentes, inventados por las imaginaciones perversas, que constituyen parte importante de las tribulaciones y de la configuración de la santidad de estos fieles discípulos de Cristo.

Enfermedades del espíritu, provenientes de todo lo que pueda comenzar por el prefijo ego y que, en una natural y necesaria alianza con los pecados capitales, se complican con posteriores psicopatologías que hacen difícilmente conscientes actitudes contra casi todo lo positivo y bueno que les rodea. No es extraño, por tanto, que en torno a todos los santos haya un enjambre de personajes, incluidos clérigos, religiosos y seglares comprometidos en la pastoral eclesial que colaboran, activamente, con sus pecados de palabra y de obra a la santificación de aquéllos.

Si repasamos algunos aspectos de la vida de unos pocos santos y beatos y de otro tanto de hombres y mujeres, fundadores de recientes obras apostólicas, cuyos procesos de beatificación se encuentran en distintas etapas de desarrollo o que, incluso, todavía entre nosotros nos hacen testigos de un tipo de persecución que, iniciada casi siempre fuera de los muros de la Iglesia pero con repercusiones intraeclesiales, contemplamos como se convierte en especialmente dolorosa fuente de santificación para sus protagonistas.

Creo que sus ejemplos pueden servir de meditación, en orden a la propia santificación en el perdón y la humildad, a todos los fieles católicos, clérigos y laicos, que sufren la calumnia y la difamación de los que no pierden ninguna ocasión para cebarse en los hombres y mujeres de Dios y, desgraciadamente, de los cómplices hijos de la Iglesia. Pero, también, a estos últimos que realizando rápidos juicios u otros más elaborados por su falta de santidad o haciéndose eco de lo que “me han dicho” colaboran activamente con el espíritu del mal y con los enemigos de la Iglesia. La oración aparece, una vez más, necesaria para los unos y los otros pues no nos quepa la menor duda que los arrepentimientos y las retractaciones de muchos en sus falsas acusaciones han dependido, en gran parte, de la oración y el ejemplo de los propios afectados. En este sentido, son programáticas las palabras de San Pedro: “Vuestra conducta entre los gentiles sea buena; así, mientras os calumnian como si fuerais criminales, verán con sus propios ojos que os portáis honradamente y darán gloria a Dios el día que Él los visite” (1 P. 12). “...para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal” (1 P. 16-17).

Por otra parte, la importancia, desproporcionada, que los actuales medios de comunicación conceden a la difusión de cierto tipo de noticias, sin contrastar y sin posible respuesta en los mismos espacios, atentatorias a la buena fama y las campañas orquestadas, sistemáticamente, contra miembros destacados de la Iglesia sin otro fin que la destrucción de ésta, hacen tremendamente actual el tema que tratamos.

La persecución a la Iglesia en España va cobrando tintes dramáticos que abarcan a todas las edades y capas sociales. La cultura de la muerte, la destrucción de la familia y de la juventud y un largo etcétera no podrán imponerse sin una correspondiente desautorización de la Iglesia católica, de su jerarquía y de sus fieles. Cualquiera que ose protestar y luchar contra la degradación a la que nos quieren someter se va a topar con la difamación y la calumnia. Por todo ello, comencemos a prepararnos desde la santidad pues sólo la gracia de Dios nos puede hacer permanecer en la Verdad. Imitemos a los santos que siempre fueron valientes y soportaron toda clase de denigraciones porque sabían que con Dios todo se puede.

sábado, 6 de septiembre de 2008

¿Arquitectura religiosa o anónima?

Padre Jaubert. 6 de Septiembre.

Desde hace décadas, hay palabras que se han convertido en recurso habitual dentro de la terminología eclesial al uso. Identidad es una de ellas. Se afirma que existe una crisis de identidad en los sacerdotes y en los religiosos y, ciertamente, por lo menos en la obligada por los cánones del derecho indumentaria, no hay quien los identifique, pero de este tema ya escribiremos otro día. La verdad es que antes era fácil describir el conjunto de las características que debían adornar a personas u objetos que tuvieran que referirse a temas religiosos católicos. En el pasado no tan lejano, cualquier niño en el colegio era capaz de pintar en su cuaderno un cura o un templo. En nuestro tiempo, se lo hemos puesto muy difícil. Y es que, haciendo un juego de palabras de una misma etimología, porque sufrimos una pérdida de identidad no se identifica lo católico porque lo presentamos idéntico a los que no lo es. Todo un proceso contrario a los primeros cristianos que, en cuanto pudieron, definían su identidad por una diferenciación crítica con el entorno pagano.

Todos los días, al finalizar la celebración de la Santa Misa a los frailes de la Divina Providencia, a la salida de la casa religiosa de esta comunidad, me topo con un gran edificio que tiene todos los ingredientes externos de un templo actual. El problema reside en que es la piscina municipal con algunas vidrieras. Ya ha habido visitantes que han cometido el error consabido de entrar para informarse de los horarios de culto, sin llegar al extremo de pensar que la gran piscina podría ser un moderno recipiente dedicado al sacramento del Bautismo.

La rica simbología del pasado arquitectónico en lo religioso se ha disuelto en una amalgama sincretista mundana capitaneada muchas veces por técnicos sin Fe o cuando menos sin profundizar en lo que debe significar un espacio sacro. La pérdida externa de todo aquello que tiene que ver con lo sagrado aparece reflejada en la concepción de las nuevas edificaciones dedicadas al culto que, en realidad, están concebidas solamente en orden a la reunión de la asamblea, olvidando otros componentes esenciales a tener en cuenta para ser fieles a lo que la Iglesia ha pretendido, en su dilatada historia, con respecto al uso del templo.

No entro en la orientación, término que deriva de oriente, de los ábsides hacia el Este como era costumbre desde la antigüedad y de la colocación del altar en función del principio universalmente asumido de orar mirando hacia el Este en la espera de la segunda venida de Cristo, es decir todos los participantes en los sagrados misterios, sacerdote y fieles, vueltos hacia el Señor como pueblo de Dios que camina hacia Él y no como una reunión cerrada en sí misma. Simplemente, ya en el interior, hacer mención de la desaparición de una clara diferenciación de las distintas partes de la estructura del templo incluida el presbiterio, la pérdida de los altares laterales y la desacralización del altar principal similar a cualquier mesa de comedor, y la descentralización del sagrario, bien colocado en lugar secundario bien ocultado por el sacerdote celebrante que siempre está delante.

Sumado todo ello a los abusos litúrgicos, tan denunciados por los últimos cuatro papas, no nos ha de extrañar que, antes y después de las celebraciones, el templo se convierta en un patio de vecindario donde el recogimiento y la oración personal se convierten en una imposibilidad fáctica. Nada invita a lo contrario. Entre entrar en una Iglesia acorde a la tradición arquitectónica y entrar en un edificio actual, aparte de la formación de la persona que influye en su capacidad de interiorización, existe una diferencia en la que entran en juego muchos detalles que llevan al fiel a recordar donde se encuentra o a olvidarlo inmediatamente. Por tanto, arquitectura anónima no porque el técnico no haya firmado el proyecto, sino porque si no es por una cruz en el exterior o porque sabes adonde vas poco te ayuda lo que contemplas a reconocer que estás en un espacio sagrado que, junto a otras e importantes consideraciones, eleve tu espíritu tan abocado en nuestra sociedad a lo rastrero.

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/%C2%BFarquitectura-religiosa-o-an%C3%B3nima