viernes, 31 de octubre de 2008

Catolicidad, Patria y nacionalismo

Joaquín Jaubert. 31 de octubre.

Con atención leía ayer el artículo, en este nuestro periódico, de mi paisano y antiguo alumno el profesor Carlos Gregorio. Hacía un buen análisis crítico de los últimos argumentos del nacionalismo canario. Por un momento, recordé que se parecían mucho a los esgrimidos en la obra de Vizcaíno Casas Las autonosuyas, especialmente cuando el líder de la autonomía serrana descubrió como lengua propia el farfullo aprovechándose de un defecto de su frenillo. La semejanza de ambas argumentaciones supongo que provienen del mismo problema. En cualquier caso, como historiador que conoce bien su tierra, se sentiría abochornado de tener que comentar ciertos dislates de este fenómeno político lejos de la realidad social de un pueblo, que por ser crisol de toda España, no se siente identificado con taifas que nunca conoció.

No siento como tarea mía nada que se aparte del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia. Jesús amaba su Patria y con Él todos los santos, cada uno a la tierra de sus padres, a lo largo de la historia. Es más, el cuarto mandamiento, como aparece en todos los catecismos incluye el amor a la Patria como un deber. Pero algunos “amores” pueden ser enfermizos si son desequilibrados. Por ello, ante las desgracias que hemos vivido durante dos siglos en torno a los nacionalismos cuando se convierten en enfermizos, creo oportuno recordar lo denunciado por los últimos Papas. El 22 de agosto del 2001, decía Juan Pablo II: “En estas últimas décadas, caracterizadas por el desarrollo de la globalización y marcadas por el resurgimiento preocupante de nacionalismos agresivos…” y, en España, el 3 de mayo de 2003 a los jóvenes: "Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado…”. En su libro «Memoria e identidad» (pp. 87-88), explicaba la diferencia entre patriotismo (sano amor a la propia patria) y nacionalismo (una degeneración peligrosa) con estas palabras: «el nacionalismo se caracteriza porque reconoce y pretende únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás. Por el contrario, el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia y, por tanto, es una forma de amor social ordenado». No se puede decir mejor. El 14 de Noviembre de 2002, ante el Parlamento italiano: “El camino que permite mantener y valorar las diferencias, sin que se conviertan en motivos de contraposición y obstáculos al progreso común, es el de una solidaridad sincera y leal. Esta solidaridad tiene profundas raíces en el alma y en las costumbres del pueblo italiano”.Lo mismo podía afirmarse del pueblo español tan alejado de las directrices insolidarias, y tremendamente egoístas, de sus dirigentes.

Recientemente, de forma parecida al anterior Pontífice, el 24 de agosto de 2008 Benedicto XVI, advirtió contra la vuelta a “posiciones enfrentadas nacionalistas que tan trágicas consecuencias han producido en otras épocas históricas”. Y, anteriormente, el 26 de octubre de 2006, proponía unas pautaso consejos a diplomáticos para evitar“los riesgos de replegarse en sí mismos, del nacionalismo exacerbado”.

El nacionalismo que surge en nuestras comunidades autónomas o regiones utiliza una historia inexistente o falsificada para justificar o disfrazar apetencias puramente económicas. Ese es un nacionalismo nada solidario y, por tanto, enfermizo y peligroso para una catolicidad que tiene sus miras en lo que anunciaba el profeta Isaías: "Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria" (Is. 66, 18). El nacionalismo, tal y como se predica, es una ideología que no hace referencia a los fundamentos espirituales de una Patria sino que más bien los destruye en una nueva presentación de un uniformismo totalitario. No es de extrañar que, antes y ahora, donde crece el nacionalismo mengua la religión católica, sólo hay que meditar en algunas estadísticas.

En otro artículo anterior escribía sobre las persecuciones al cristianismo en países islámicos y, por parte de los hindúes, en la India. Siendo cierto que, con los primeros siempre ha habido conflictos, no lo es menos que el nacionalismo de algunas tendencias políticas ha acrecentado el odio en estas naciones contra todo lo cristiano y que la India,  que no tenía antecedentes de violencia contra los cristianos, al resurgir el nacionalismo hindú se haya sumado a esta práctica.

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/catolicidad-patria-y-nacionalismo

viernes, 24 de octubre de 2008

De la Cruz a Belén

Luis Joaquín Gómez Jaubert. 24 de Octubre.

O hacemos desaparecer los símbolos cristianos o les cambiamos su contenido parece ser la finalidad que persiguen los enemigos de Cristo. No hemos comenzado el adviento y los comercios comienzan a presentar un exterior navideño. El ritmo litúrgico de nuestras celebraciones cristianas, en la calle, va siendo sustituido por intereses comerciales de la misma manera que las fiestas marianas y las de muchos santos sufren variaciones hasta de meses con respecto al día propio, según las comisiones organizadoras crean que es mejor para compaginar con las manifestaciones populares en las que en nombre de la Virgen se pierde la virginidad y en nombre de los santos la santidad. No sé que solución tiene este fenómeno, pero a este paso se celebrarán las tradicionales fiestas católicas sin contenido religioso y sin concurso de la Iglesia. En este contexto alejado de una verdadera Fe, la segunda opción del enemigo es hacer desaparecer todo símbolo por lo que es posible que nos tengamos que volver a enfrentar, como años pasados, a otras tendencias aparentemente contrarias por su radicalismo a las descritas pero, en el fondo, coincidentes en la lucha por desmembrar lo que de católico queda en la sociedad española. He querido titular este artículo como lo he hecho, haciendo referencia al proceso inverso a la historia que se ha querido seguir en este tendencia. Comenzaron retirando los crucifijos en los centros oficiales y colegios por ser (no hay ninguno que lo sea) nuestro Estado aconfesional para terminar con los belenes. Incluso, temporalmente, en instituciones eclesiásticas con motivo de la estancia o visita de creyentes musulmanes se ocultaron símbolos cristianos.

Somos testigos de cómo en estos últimos años le ha empezado a tocar el turno a los Belenes. Los contados casos de actitudes anti – navideñas de algunos directores de centros escolares, con la justificación de algún Gobierno autónomo, no son más que el inicio de una guerra con varios frentes. Lo llamativo de este tipo de noticias nos lleva a aprovecharlas para denunciar una mayor y más sibilina campaña contra el verdadero contenido y sentido de estas fechas y de todo lo religioso. Ciertamente, esta tarea diabólica no es de un día sino de muchos lustros. Ya en el año 2000, refrendado por una reciente estadística, se afirmaba en Gran Bretaña que tan sólo el 8% de los niños británicos asocia la Navidad con el nacimiento de Jesús. El estudio, realizado por la agencia Media Com TMB, entrevistó, en aquél entonces a 1.200 niños y adolescentes en edades entre los 8 y los 16 años. Según sus conclusiones, el 67% de los entrevistados identificó el 25 de diciembre con Papá Noel. Otro estudio de la misma agencia, en el que tiene en cuenta edades inferiores, explica que el 77% de los niños británicos entre 7 y 9 años cree en la existencia de un viejecito vestido de rojo y con una abundante barba blanca. España, por lo que se puede observar en comercios y casas particulares va siguiendo a distancia esta corriente. El pobre San Nicolás, amigo de los niños, estará contemplando como lo han reducido a un simple objeto utilizado para vaciar del misterio cristiano a la Navidad. En cualquier caso, lo que nos ha de preocupar es que estamos dentro de un contexto social que se ha venido a denominar “cristofóbico” y que incluye, desgraciadamente, todos los días del año.

Que el consumismo va a dominar estas jornadas y que, en muchas familias, ya no se distinguirá la celebración de la Noche Buena de la correspondiente a la noche vieja es fácil de constatar. Las advertencias del Santo Padre y de la jerarquía eclesiástica en general no son competencia contra una cascada de anuncios comerciales y modas en los modos. Todos lo buenos deseos de paz, perdón, amor, unidad en la familia y un largo etcétera no llegan a buen puerto cuando no están sustentados en el amor de Aquél que siendo Dios se hizo hombre para salvarnos. El materialismo y el hedonismo circundante, acentuado en este tiempo navideño, no pueden constituirse en baluartes, en pilares de valores espirituales como los arriba reseñados. Están enfrentados por su propia naturaleza a la Buena Noticia que anunciaron los ángeles. Sólo sirven para adornar el egoísmo y el deseo enfermizo de poseer más y más sin necesidad, contravalores contemporáneos que, como pan y circo, fomentan nuestras autoridades 

Por ello, aprovechando las luces callejeras me adelanto también pidiendo que reflexionemos y nos preparemos cristianamente a las fiestas. Aunque entiendo que lo que voy a escribir a continuación es fácil como consejo el católico debe luchar para no dejarse arrastrar por estas corrientes de vida porque, también, manifiestan un pensamiento que arremete contra nuestra Fe. Nada de lo que sucede en este terreno es casual, más bien al contrario está fríamente planeado en orden a destruir los símbolos y valores cristianos que, todavía, subsisten en nuestra sociedad. Por tanto, animo a todos los lectores a recuperar su asistencia a todas las celebraciones solemnes de estos días; a rezar en casa bendiciendo la mesa y explicando a los menores el origen de nuestra alegría; a no abandonar la realización de belenes o nacimientos, por simples que sean, sin mezclarlos con otras imágenes que no hacen referencia al nacimiento de Jesús; a enseñar villancicos y a cantarlos en familia; a enviar felicitaciones, postales -con los personajes y los motivos del Verbo encarnado-, sms, emeils con un texto que haga referencia al Niño Dios, huyendo de las cursiladas babosas que abundan, en los últimos años, y de la chabacanería de otros; a solidarizarnos con los más pobres, ayudándoles en sus necesidades; a no tener más detalles materiales que los que requieren la manifestación del amor y la alegría de los niños. En otras palabras, ¡hay que gastar menos y amar más!

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/de-la-cruz-a-bel%C3%A9n

jueves, 16 de octubre de 2008

IGLESIA MISIONERA, IGLESIA MÁRTIR

 

La Iglesia constitutivamente por decisión fundacional de Jesucristo es misionera y, en la cruz, mártir. Dos realidades inseparables pues en el inicio de la predicación ya acechaba la persecución y la muerte de los que anunciaban el Evangelio de Nuestro Señor. Buen ejemplo de ello fue el destino final de la mayoría de los Apóstoles, de muchos de sus discípulos del y de la casi totalidad de los primeros cincuenta Papas.

 

Este domingo celebraremos el DOMUND, la jornada mundial de las misiones. Apartarnos de la dimensión misionera de la Iglesia es una tentación que ha estado presente en los últimos cuarenta años en algunos ambientes que se tienen por católicos. Un respeto debido a toda persona se ha transformado en una aceptación total de lo que profesa la misma. Leo en una hoja parroquial: “Respeta todas las religiones; cada hombre tiene derecho de escoger el camino que prefiere; respeta la libertad de credo en los otros; no discutas ni procures sacar a nadir del camino que se trazó…”. Hace años, en un reportaje televisivo, dos miembros de una conocida congregación religiosa afirmaban que su misión no era convertir al cristianismo sino enseñar a practicar bien la religión que ya tenían sus “misionados”. La compatibilidad de estas expresiones es imposible de encajar con el mandato de Nuestro Señor: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes,…”. Es más sólo en un contexto misionero se da en toda su integridad el respeto a la dignidad de la persona que, precisamente, me impele a anunciar el Evangelio. El único Salvador, el único camino de salvación así me lo pide. Por lo menos que todos sepan que Cristo es el Dios encarnado que murió para redimirnos. Toda persona tiene derecho a conocer a Cristo, derecho que se corresponde con el  también derecho y, a la vez, deber de darlo a conocer por parte de la Iglesia.

 

Gracias a Dios, a pesar de los citados ambientes nada evangelizadores, se están produciendo muchas conversiones allá donde los misioneros actúan. Noticias llegan de Mongolia, por ejemplo, donde su prelado recordaba que cuando los primeros misioneros católicos, un belga y dos filipinos, llegaron a Mongolia en 1992, prácticamente nadie había oído hablar de Jesús y hoy se multiplica el número de los seguidores de Él, que se revela como Verdad y Vida.

 

No quiero terminar este artículo sin retomar la idea inicial de la unión, plasmada en la historia, de la misión y el martirio. China con 150.000 conversiones anuales nos sirve para dar razón del título de este artículo pues su Iglesia es, al tiempo, misionera y mártir.  Algunos católicos clandestinos tienen que recorrer 300 Kilómetros para asistir a la celebración de la Santa Misa. En este sentido, es indicativo el hecho de que, en donde la persecución religiosa busca la desaparición del catolicismo, éste crezca por el sentido misionero de los que sufren discriminación por su Fe cuando podían estar, tranquilamente, descansando en el respeto a los que profesan el ateísmo o cualquier credo.

 

No cesan de llegarnos noticias de la falta de libertad que padece la Iglesia en la mayoría de los países islámicos o en la India, muchas veces con brotes de violencia. Sirvan de ejemplo las denuncias recientes del Obispo Auxiliar de Bagdad sobre las masacres que se perpetran contra los cristianos en Irak o las del Arzobispo de Bhopal (India), con la profanación y destrucción, por parte de los hindúes de 149 iglesias, el incendio de 4.640 casas, dejando sin hogar a 53 mil cristianos, 18 mil heridos y más de 50 muertos.

 

Contemplando el panorama del mundo occidental otrora cristiano, no podemos dejar de preguntarnos si el huir de cualquier modo de sufrimiento o martirio no está relacionado con nuestra pérdida de sentido misionero. La mayoría de nuestros católicos no practican y los que sí lo hacen su Fe no sale de las paredes del templo o del confortable hogar. En definitiva, podemos afirmar que jamás ha existido nada tan “conservadurista” en la historia de la Iglesia como el mal llamado progresismo que infecciona la desalentadora actitud de no anunciar a todas las gentes a Cristo, no sea que de lo contrario se nos sitúe fuera de los contravalores del nuevo orden mundial.  

En este domingo miremos con alegría el mundo misionero y envidiemos la dedicación de unos y la valentía de todos los demás que nos recuerdan que la Iglesia es misionera y mártir. Y todo ello en el año dedicado a san Pablo, paradigma de misionero.

 

Fuente: Diario ya

viernes, 10 de octubre de 2008

SEDE-POSICIONES

Joaquín Jaubert. 10 de octubre.

La Santa Sede, desde que existe, siempre ha estado en el punto de mira de sus sucesivos contemporáneos y, por supuesto, de los historiadores. Éstos, según los distintos enfoques, la han tratado con mayor  o menor justicia. Pero no es nuestra intención, en estas pocas letras, examinar la actitud y las perspectivas de los historiadores ni siquiera de los observadores y comentaristas de nuestro tiempo ateos, agnósticos o creyentes de otras religiones, sino de los propios bautizados en la Iglesia católica que, no por ello, ejercen como cristianos católicos. Según la relación que adoptan con la Santa Sede, nos encontramos:

Los que no lo son. Uno de los grandes problemas de la Iglesia de nuestro tiempo es el que concierne a los nuevos herejes que no se dan de baja de la Iglesia o, en términos más exactos, que no apostatan oficialmente de un credo que trocean y destruyen sin el menor atisbo de arrepentimiento. No son, pero están, y, en algunas ocasiones, han ocupado cargos de relevancia en el organigrama eclesial. A ellos les da lo mismo consagrar maíz, refrescos, arroz que pan y vino; les da igual, pues todos son salvadores Cristo que Buda que Mahoma; uniones gay que matrimonios naturales o sacramentales. Como los lectores de estas letras comprenderán, ante estas atrocidades perpetradas contra el dogma, la Santa Sede les trae al fresco. Estos son parte de un más amplio espectro de los así llamados progresistas, al igual que los seculares presentes discípulos del modernismo ven a Roma y al Papa como una institución y un líder respectivamente partes de una hipotética ONU de las religiones. No son.

Los que sí son. En este grupo, se encuentra una gran mayoría que no tienen un gran conocimiento de la doctrina de la Iglesia ni en el dogma ni en la moral. La alianza entre los contenidos de una incompleta y endeble catequesis, que parece puede empezarse a enmendar, y la osmosis de convivir con un mundo pleno de superficialidades, fomentadas por los medios de comunicación, en el que todos saben de todo y en el que toda opinión está a la altura de cualquier otra sin mayores distingos de la autoridad moral de quien la emite, va situando progresivamente a la Santa Sede como el lugar en el que vive una especie de monarca constitucional que les representa ante el mundo pero cuya doctrina no es más importante que la conclusión de un parlamento que decide por mayoría la naturaleza sobre la vida, la familia o el sexo.

Otros sí están atentos y acatan el Magisterio Papal que sigue un hilo conductor sin contradicciones desde los primeros papas. Muchos son los movimientos que nacen como una nueva guardia suiza del Vicario de Cristo en la diáspora. Aman a la Roma eterna y al Sumo Pontífice con todas sus consecuencias.

En cualquier caso, en el caos de nuestro catolicismo de las últimas cuatro décadas, que poco a poco va desapareciendo,  a un lado o al otro del espectro de tendencias en relación a su posicionamiento ante la Santa Sede militan católicos que, según sea su comportamiento, terminan por adoptar, en la teoría y/o en al práctica posturas paralelas a las descritas someramente en líneas anteriores. Podríamos encuadrarlos en cinco grupos: sederomanistas, fieles al Papado tal y como prescribe el Magisterio Tradicional; sedefabilistas, que asumen, en la práctica, la existencia del Sumo Pontífice como una representación que se equivoca en lo doctrinal y que no es superior a las posiciones de los que de verdad están más inspirados que él; sedeprivacionistas, el Vicario de Cristo sólo lo es materialmente mientras mantenga errores en su magisterio; sedevacantistas, es decir no hay Papa; y sedeocupacionistas, que afirman que el solio pontificio lo ocupan o lo ostentan ellos mismos. Ciertamente, esta división tiene muchos matices y sólo es orientadora. Nos encontraremos interrelacionados algunas corrientes que mantienen, al tiempo, miembros en las tres primeras opciones. No nos ha de extrañar que proliferen denominaciones de confesiones y de mal llamadas Iglesias con el apelativo de católicas al tiempo de obispos “consagrados” que ya suman más de medio millar, alguno de ellos de circo a los que nos vamos acostumbrando por su aparición en los medios de comunicación.

Santa Paciencia y mucha oración por el Papa y sus intenciones.

Fuente: Diario Ya

http://www.diarioya.es/content/sedeposici%C3%B3n


 

 

viernes, 3 de octubre de 2008

Periódico confesional

Joaquín Gómez Jaubert. 3 de octubre.

Periodistas católicos hay en muchos medios de comunicación, que ejerzan como tales algunos menos. Lo común es encontrarlos mezclados con otros profesionales que, con una mayor combatividad, manifiestan sus opiniones contrarias a las definidas posiciones de la Iglesia. Mucho más difícil es localizar un medio en el que tengas la seguridad de que ninguno de sus artículos estará fuera del pensamiento católico.

Después de tres meses de su aparición, hoy viernes a las 12.00 horas en la Asociación dela Prensa de Madrid se presenta nuestro diarioya.es. Cuando se me pidió mi colaboración en sus páginas, no dudé un instante en sumarme a esta iniciativa por una sola razón la que responde a la garantía de que todas y cada una de las colaboraciones estarían orientadas desde los principios católicos al igual que las exposiciones de las noticias.

El término confesional no goza de eco positivo en nuestra sociedad. Sin embargo, ni estados ni partidos políticos ni medios de comunicación son realmente aconfesionales excepto en las declaraciones de intenciones que, por otra parte, no son más que un puro formulismo cuyo uso encanta a la hipocresía mundana en la que nos movemos y que tan negativamente afecta a toda la sociedad. El sistema es confesional y de ahí su alejamiento paulatino de una visión religiosa de la realidad. El laicismo como el ateísmo en todos los ámbitos que dominan se comportan confesionalmente. Desde el dominio de los totalitarismos, jamás ha existido una confesionalidad tan excluyente como la que sufrimos en estos momentos de la historia en los que un aberrante anticatolicismo une a todos los que se amparan bajo la protección de un nuevo tipo de confesionalidad.

Muchos se sentirían satisfechos de que el contenido del periodismo católico no fuera otro que el correspondiente a las hojas parroquiales. Por todo ello, creo que, también ha llegado el momento de valorar la realidad de presentar un periódico netamente confesional católico en el que desaparecen las equívocas “inspiraciones cristianas” de medios de comunicación y partidos políticos que terminan por admitir entre los suyos a los que defienden posturas contrarias a la Verdad, la vida, la familia, la moral, etc.

Cuando un católico desea iniciar una nueva andadura, en cualquier ámbito que tenga una proyección social, ha de hacerlo procurando ofrecer, con todos los medios a su alcance, la visión católica en los temas más transcendentes e importantes. Esto es lo que se pretende desde este diario digital. Han pasado tres años desde que Benedicto XVI afirmó: «Hace falta a la Iglesia el trabajo de los periodistas católicos y la prensa católica». Pues bien, a esa convocatoria del Papa felizmente reinante responde la labor de todos los que colaboramos en este periódico con la ilusión de tener un gran éxito para mayor gloria de Dios.

Fuente: Diario ya

http://www.diarioya.es/content/peri%C3%B3dico-confesional