viernes, 28 de noviembre de 2008

Violencia y Verdad

Joaquín Jaubert. 28 de noviembre.

Resulta cuando menos digno de analizar como en una sociedad democrática, que hace profesión de tolerancia, aumenta la violencia en todos sus ámbitos. Es cierto que estábamos acostumbrados, en el pasado, a una profusión de la violencia de las que teníamos conocimiento en los noticiarios cuando hacían referencia a determinadas naciones o culturas. En este contexto, no hay nada nuevo bajo el sol. Así lo demuestran, los continuos llamamientos del Santo Padre pidiendo el cese de este fenómeno en lugares habituados al mismo pues no hay día que los titulares de los periódicos no reflejen esta realidad.

En los discursos dirigidos a las víctimas y verdugos, alguna vez el Papa condena la violencia en la India o en el Líbano, o se solidariza con los caldeos o los armenios por la escalada persecución contra los cristianos; en otros, señala alguno de los orígenes profundos de la violencia que son aplicables a nuestra sociedad occidental y a toda época histórica. Por ejemplo, refiriéndose a Tierra Santa afirmó que “Orgullo y egoísmo alzan muros de odio y violencia”. Recientemente, en Australia dirigiéndose a los jóvenes de todo el mundo hablaba de las concomitancias de estas actitudes con otros aspectos negativos del mundo contemporáneo en una degradación que se produce no sólo en el planeta sino también en el ser humano "a través del alcohol, las drogas y la exaltación de la violencia y la degradación sexual, a menudo presentada como un entretenimiento en la televisión y en internet".

Pero la doctrina de la Iglesia, al contrario de la mantenida por los políticos al uso y los medios de comunicación social, no hace compartimentos estancos a la hora de valorar un tipo desgajándola de todas las demás manifestaciones de la violencia. Es curioso como todos los días nos recuerdan la violencia llamada de género, ahondando sólo en medidas represivas o preventivas próximas de una total ineficacia como demuestran las estadísticas. Nadie se pregunta el motivo de que el ascenso de este tipo de violencia corra paralelo al del comienzo y desarrollo del divorcio con todas las situaciones traumáticas que genera y que han quedado grabadas en las generaciones que luego más han maltratado o del aborto sobre el que Benedicto XVI se preguntaba "cómo puede haberse convertido en un lugar de violencia el más maravilloso y sagrado lugar humano, el vientre de la mujer". La cultura de la muerte, de la destrucción de las instituciones naturales y de la infidelidad, derivadas del egoísmo que denuncia el Santo Padre,  propicia la generalización de la violencia en todas sus manifestaciones.

Sin embargo, siendo cierto todo lo hasta aquí afirmado es en la siguiente aseveración del Pontífice donde se encuentra la última raíz de este mal al señalar que existe "algo siniestro que nace del hecho de que la libertad y la tolerancia están separadas a menudo de la verdad". "Esto está alimentado por la noción, ampliamente sostenida en la actualidad, de que no existe una verdad absoluta que guíe nuestras vidas", explica el Papa, ya que "las experiencias a las que se desnuda de lo que es bueno y de la verdad, pueden conducir no a una libertad genuina, sino a una confusión moral o intelectual". No es de recibo negar que de unas premisas como las expuestas se deducen unas terribles conclusiones y, por tanto, negar a su vez, que la confusión sobre lo bueno y lo verdadero distorsiona la capacidad de discernimiento de la persona que no descubre en la violencia injustificada su intrínseca maldad.

Al final, tenemos que constatar que la continua tendencia de los poderosos a crear una humanidad basada en sus propias ideas totalitarias, en tanto quieren abarcar todas las dimensiones del ser humano, que violentan el orden natural de las cosas sólo puede acrecentar la violencia de todo género. España es buena muestra de ello. A nosotros nos toca la tarea, que recordaba el Papa al exponer el pensamiento de Tertuliano,  de vivir con la idea de que «el martirio y el sufrimiento son más eficaces que la crueldad y la violencia de los regímenes totalitarios».

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/violencia-y-verdad 

jueves, 13 de noviembre de 2008

Políticos católicos, ¿existen en España?

Luis Joaquín Jaubert. 13 de noviembre.

Hace justamente un año una senadora socialista, Mercedes Aroz, con 32 años de militancia, dejaba la política activa por sus discrepancias con un PSOE que aprobaba leyes como la del mal llamado "matrimonio" homosexual  o la de la investigación con embriones que chocaban frontalmente con su compromiso cristiano. Anteriormente, en el mes de marzo de 2006, Benedicto XVI recibía a un grupo de parlamentarios europeos del Partido Popular. El Papa les  recordaba algunas ideas básicas para la actuación del católico en política a las que, por supuesto, los representantes españoles, y supongo que sus colegas del resto de Europa,  no hicieron ningún caso. Tal vez el error estaba en suponer que quedaba algo de cristiano en este tipo de partidos cuando recordó Su Santidad que este encuentro se situaba “en la larga serie de reuniones entre mis precursores y los movimientos políticos de inspiración cristiana”. Podemos resumir el mensaje papal en los siguientes pensamientos entrecomillados, exhortando a estos políticos a ser “testigos creíbles y constantes de estas verdades básicas en su actividad política”:

1.- Para lograr distintos objetivos que impliquen un debate sobre el modelo social, es importante “inspirarse con fidelidad creativa en la herencia cristiana que ha dado una aportación fundamental a la identidad europea”. “Europa será capaz de dar un rumbo seguro a las opciones de sus ciudadanos y de sus pueblos si valora sus raíces cristianas”

2.- “La protección y la promoción de la dignidad de la persona” exige una “atención particular hacia los principios que no son negociables: protección de lavida en todas sus etapas, el reconocimiento y la promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer basada en elmatrimonio, defendiéndola de las tentativas de hacerla jurídicamente equivalente con formas radicalmente diferentes de unión que la perjudican y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irremplazable papel social, y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos”.

3.- Apoyar la tradición cristiana contribuye a  “la derrota de una cultura claramente difundida en Europa, que relega a la esfera privada y subjetiva la manifestación de las propias convicciones religiosas (…) las políticas basadas en este supuesto no sólo implican el rechazo del papel público del cristianismo; generalmente excluyen además el reconocimiento de la tradición religiosa de Europa, que es tan clara”. El Papa sentenció que “oponerse a estos valores e ignorarlos, en vez de dialogar con ellos, sería un signo de inmadurez, cuando no de debilidad.”.

Los programas de los partidos no contemplan estos principios y sí lo contrario en distintos grados. Los votos conscientemente católicos, como alternativa española y católica, quedan reducidos a unos miles o a una abstención creciente.

En España, en su momento, faltaron junto a los muy acertados documentos doctrinales de nuestros obispos, decisiones públicas al estilo del Cardenal Pedro Rubiano Saenz, Arzobispo de Bogotá, cuando anunció la excomunión de los magistrados de la Corte Constitucional que votaron a favor de la despenalización del aborto, así como de quienes la promovieron o, más recientemente, en estos días, la del Arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno, quien declaraba que los diputados “que voten a favor de la legalización del aborto incurrirán en excomunión automática”, precisando que "los valores del ser humano no se plebiscitan, son anteriores a la razón humana, a la libertad". A lo mejor alguno de los diputados que pertenecen a movimientos católicos, en España, muy activos dentro de las paredes de los templos, pero que se someten al poder del partido, hubiesen asumido actitudes más en consonancia con sus creencias. Recuerdo al respecto la claridad de Mons. Guerra Campos, cuando este crimen iba a ser aprobado, y la de Mons. Gea, cuando iba a ser ampliado. Este último escribía: “les digo a los parlamentarios católicos que votan a favor de la ampliación del aborto: Si la Iglesia castiga con la excomunión a todos aquellos que toman parte en un aborto, pensad en vuestra responsabilidad delante de Dios al permitir y apoyar estos hechos delictivos. Estáis actuando totalmente en contra de vuestra fe. Reconoced que os habéis dado de baja en la Iglesia católica, en cuya fe y moral os habéis educado.”.

El disfrute del poder, inmerso en la partitocracia, se ha convertido en una religión y no se puede pertenecer a dos religiones. Lástima de políticos que dicen ser cristianosLa respuesta a la pregunta del título de este artículo es clara, no en el parlamento de España.

Fuente: Diarioya

viernes, 7 de noviembre de 2008

Propaganda contra evidencia

Joaquín Jaubert. 7 de noviembre.

Bien sabemos que la propaganda busca el efecto de dar a conocer un producto o una doctrina o cualquier otra cosa, según el caso. En las elecciones, se supone que a un candidato y a un proyecto o programa. El poder de la propaganda es tal que puede conseguir que cualquier persona no aprecie lo que realmente tiene ante sus narices, para emplear una expresión coloquial. Cuando la filosofía se disparató, apartándose del estudio de la realidad que se ofrecía al observador, para decapitarse a sí misma en un proceso degenerante que llega  hasta el idealismo hegeliano en el que se da una completa coincidencia entre el pensamiento que piensa la realidad y la realidad que es pensamiento, empiezan a surgir, como consecuencia lógica, movimientos como el Nacional –Socialismo y el Socialismo Comunista que, a su vez, en el terreno social fueron verdaderos especialistas en afirmar y convencer a las masas de lo que la realidad negaba. Pongamos como ejemplos, la superioridad de la raza blanca en el primero y el bienestar de la clase obrera en el segundo.

Conocidos son los principios que se practican para la efectividad de la propaganda, que recuerdo aunque están presentes todos los días en su uso y en sus efectos:

Se debe apelar a los sentimientos. 
 

Los eslóganes deben ser simples y comprensibles por cualquiera. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.

Los argumentos y programas deben adaptarse de acuerdo con los prejuicios y estereotipos presentes en la cultura popular para ser fácilmente aceptados.
La gente entiende poco y olvida mucho lo que se complementa con la conocida frase “Si una mentira se repite, acaba por convertirse en verdad”.
Se debe vincular al enemigo a una persona o a una idea con un símbolo negativo para provocar su rechazo con base en ese símbolo y no de acuerdo con la verdad. “Calumnia que algo queda” podría ser su manifestación cotidiana.

Como vemos, el uso inmoral de la propaganda va contra la verdad y la evidencia con el conocimiento claro de quien la utiliza a sabiendas de que miente. Analizar la realidad de los discursos de los dirigentes del mundo, y de los titulares y las redacciones de las noticias, en los medios de comunicación, nos puede causar una depresión intratable al tomar conciencia de la manipulación a la que está sometido el pueblo. Lo que antes se predicaba de las citadas doctrinas políticas Nacional-Socialista y Socialista Comunista, es ahora aplicable a casi todos los que se mueven en el actual sistema occidental si no les queda algún substrato de moral cristiana.

La mayoría de los ataques a la Iglesia católica y a sus misioneros nacen de la mentira convertida en “verdad oficial y popular”, también en España. El daño que se está haciendo es de carácter demoníaco, sin ningún sentimiento de culpa por parte de sus fautores. El dolor que produce comprobar como todas las generaciones, aunque especialmente las jóvenes, se pronuncian sobre aspectos diversos del catolicismo nos remite a la confirmación de todo lo dicho.

Si aplicáramos un análisis serio a los últimos acontecimientos, partiendo desde lo evidentemente visible y los comentarios realizados en torno a ellos, nos conduciría a preguntarnos si muchas personas honradas no están cayendo en una trampa manipuladora en lo más profundo y menos visible.

Recuerdo dos películas sobre un mismo santo, Martín de Porres. La primera española titulada Fray escoba, la segunda mexicana Un mulato llamado Martín. Según el diccionario de la Lengua Española, el término “mulato” se aplica a la persona que ha nacido de negra o blanco o al contrario. Es curioso, como casi todos los medios destacan que el nuevo presidente de USA es de raza negra y, así, lo repiten los personajes públicos, aún viendo por la televisión el entierro de su abuela blanca. Hubiese sido muy interesante aprovechar la situación para hacer campaña, verbigracia, sobre la unión de las razas. Pero no. Estamos legitimados para preguntarnos, si casi todo el mundo niega lo evidente en lo que se ve, como será en lo que, físicamente, no se ve.

Hoy podemos entender, un poco mejor, los eufemismos y las manipulaciones en temas como el aborto, la eutanasia, las uniones contra natura, etc., negando la evidencia de la cultura de la muerte en la aceptación de asesinatos y de la pretendida destrucción de la familia con la introducción de realidades “nuevas”. Sólo hay que hacer la debida propaganda y, como papagayos, todos repetirán alabanzas o condenas sin tener en cuenta una realidad cruenta en USA, que no va a cambiar, en España y, en general en todo el Occidente. 

 

Fuente: Diario ya