P. Luis Joaquín Gómez Jaubert. 10 de abril. El título de este artículo, encontrará mejo explicación en el de la próxima semana, pero adelantar que, para convertirnos, tenemos que conocer que es lo que hay que borrar de nuestra existencia. En este orden de cosas, suele recurrirse, en las meditaciones de Cuaresma y en las homilías de las celebraciones de los cultos de Semana Santa, a los personajes que rodean a Jesús como exponentes de unos comportamientos que se reproducen, continuamente, a lo largo de la historia de la humanidad. Nombres como Herodes, Poncio Pilato, Caifás, Judas Iscariote, Barrabás, san Pedro, pueblo judío, soldados romanos, etc., aparecen como ejemplos de lo que no debemos hacer a la hora de enfrentarnos a las decisiones en las que nos jugamos nuestra salvación eterna. Cada una de estas personas está caracterizada por una actitud reprobable: superficialidad, cobardía, traición, abstención, manipulación… Se pretende, con estas reflexiones, llevarnos a la consideración de que no somos tan distintos de aquellos a los que nuestro pensamiento, y sentimiento, rechaza por sus actitudes en el proceso de la condena, pasión y muerte del Señor. Los comportamientos de los nuevos herodes, pilatos y demás personajes, que se movían dentro del contexto histórico de Jesús, abundan en la vida cotidiana de nuestro tiempo, pero también los de todo un pueblo masificado y manipulado. Sin la confluencia de todos y cada uno de ellos, hubiese sido más complicado condenar al que, como enviado de Dios, fue recibido en olor de multitudes en su entrada a Jerusalén, pocos días antes. De la misma manera que, sin las confluencias y uniones de todas sus acciones y omisiones, reproducidas y multiplicadas, sería muy difícil que, en este siglo, se produjeran los ataques a la Iglesia y el desprecio a la Ley Natural o al orden de la Creación que estamos padeciendo. No hace falta mucha imaginación para encontrar modelos de comportamientos, vigentes y actuales, que responden a los que, en los textos sagrados, aparecen descritos. Aunque son aplicables a diversos temas de actualidad, nos centraremos en el aborto, por significar la muerte de inocentes como inocente era Nuestro Señor y por la polémica suscitada, precisamente en esta Semana Santa, por la católica actitud de muchas cofradías en gran parte de la geografía nacional. Las comparaciones no revisten dificultad alguna: la superficialidad de el Rey Herodes que, con su vida disipada, nos lleva a pensar en personas ególatras incapaces de salir de sus propios intereses personales o familiares, a pesar del sacrificio de vidas humanas; la corrupción de la ley en el Sanedrín, con Anás y Caifás y demás autoridades manipuladores del pueblo, aprovechándose de su ascendencia: gobernantes, legisladores y medios de comunicación que presentan el asesinato de un no nacido como un derecho; la traición de uno de los suyos, en Judas más centrado en poderes temporales: católicos que, en su jerarquía de valores, está por encima el poder patitocrático que el de la Verdad; un pueblo judío cegado que, democráticamente, aclama y elige a Barrabás: elecciones, por cristianos, de colaboradores necesarios para el marco legal del aborto; el abstencionismo de P.P.ilato que, con su poder, pudo haber cambiado el rumbo de los acontecimientos pero se lava las manos: gobernantes llamados católicos que, bajos sus gobiernos, continúan las leyes del aborto y se multiplican los abortos; los ejecutores, soldados romanos, que representan a los médicos sin otros valores que el dinero recibido para ajusticiar como verdugos; san Pedro y demás apóstoles acobardados y escondidos ¿seremos nosotros?, etc. Aprovechemos este Viernes Santo, para denunciar que hay en nuestro corazón y en nuestra sociedad de los contravalores vividos por estos personajes y preparémonos para esa conversión tan pedida por Aquél que muere por nosotros. |