Algo similar sucede con el comportamiento moral de bastantes miembros de nuestra Iglesia. Aún conociendo la doctrina católica, el relativismo que, también, profesan conlleva que el creyente no se sienta afligido por la conculcación de la misma en materias que deberían afectar, gravemente, a su conciencia. Público y notorio son las expresiones repetidas de "para mí no es pecado" vivir en concubinato o abortar o el mal llamado matrimonio gay, etc.
Más perversa por su proyección y más peligrosa, moralmente hablando, es la posición adoptada por los cristianos públicos que abandonan su conciencia católica cuando se adentran en los parlamentos o en las disciplinas de partidos ¿cuántos de ellos se han arrepentido y han pedido perdón públicamente, como público fue su voto, de los cientos de miles de abortos que han sido favorecidos cuando no propiciados por la aprobación de la diversas leyes del aborto o de la píldora abortiva? ¿Cuántos de ellos se han arrepentido o pedido perdón por la aprobación con una u otra denominación de uniones homosexuales o de haberlas celebrado con los militantes de sus propios partidos mayoritarios?
En este contexto, no deja de pesar en este artículo la gravedad del compartir escaños en la misma formación política con los que promueven y fomentan lo hasta aquí denunciado, en el desprecio a la moral objetiva o, incluso, el ser parte de listas electorales con ellos. Yo, tal vez sea escrupuloso, no podría vivir tranquilo sabiendo que, gracias a mi reconocida condición de católico, arrastrara tras de mí en la misma candidatura a tantos que, posteriormente, no van a defender ningún postulado que aliente las raíces cristianas de Europa.
Fuente: Diario ya
http://www.diarioya.es/content/de-la-obediencia-de-rodillas