Luis Joaquín Jaubert. 19 de Septiembre.
No recuerdo en qué momento de mi vida escuché por primera vez la palabra exprés, aunque supongo que sería en alguna película del oeste americano en la que se haría referencia al Pony Express. Luego ya se iría enriqueciendo mi vocabulario con el tren, la olla y otros términos acompañados del consabido exprés. Lo que nunca supondría es que terminaría asistiendo a la utilización de este vocablo aplicándolo a realidades que tocaran los fundamentos de la sociedad.
Que se descubra la manera de que los aparatos domésticos de uso cotidiano funcionen con una rapidez mayor que los considerados hasta entonces normales en su velocidad, me parece muy positivo y así en otros órdenes. Pero no deja de sorprender que los poderes gubernativos y legislativos estén interesados en su aplicación a temas que requieren por su propia naturaleza una profunda reflexión. La maldad que se haya detrás de esta actitud ha traído, está trayendo y traerá un sinfín de consecuencias trágicas y destructoras del orden natural de las cosas minando los cimientos de la sociedad.
Ya se demostró la negatividad de la ley del divorcio que generó una mentalidad, en las nuevas generaciones que se formaron bajo su sombra, la cual multiplicaría en las mismas, años después, las rupturas matrimoniales con respecto a las anteriores. La ley del divorcio exprés terminaría por hacer desaparecer un periodo meditativo que llevaba al 25% de las parejas a la reconciliación.
Siguiendo la misma pauta de pensamiento y de actuación, ahora pretenden pasar de la limitada, aunque inmoral y asesina, despenalización del aborto a su legalización total, es decir al aborto libre o exprés en el sentido en que no se necesitará de diálogos ni de solventar dudas con médicos o psicólogos o peritos. Que usted señora quiere abortar porque le duele la cabeza o porque ha tenido una discusión con su pareja sentimental y quiere hacerlo rabiar pase por esta puerta y no le de más vueltas.
Con la eutanasia se seguirá el mismo proceso, pues inmersos en la cultura de la muerte en la que no se deja vivir a las personas que comienzan su andadura en el seno materno con mayor razón se argumentará que los viejos ya han vivido bastante. Primero, como ya sucedió con el aborto, se limitará la ley a unos casos concretos, en los que se jugará con las sensibilidad del pueblo, haciéndole contemplar casos extremos de sufrimiento, después, introducida la nueva mentalidad anti-vida ya será libre. A ver caballero quiere usted que se acerque a su casa una necroambulancia, en unos minutos estamos allí y procure no equivocarse de pariente porque esto es rápido, es exprés.
Y de esta forma se podrá entender el cumplimiento de las penas exprés en las que mil años son un año como reza el texto bíblico refiriéndose a Dios. Y también podrá explicarse el porqué de los tribunales populares que tanto añoran algunos jueces. Usted es cura, monja o lleva un rosario o es conocido/a por ir a Misa. Pase y recorra ese pasillo que al fondo son las condenas exprés. Y estén tranquilos que sus fosas nunca serán removidas, aunque el enterramiento también sea exprés. Y, por supuesto, todo revisado con la historia exprés, es decir ustedes hermanos de San Juan de Dios que cuidaban enfermos fueron ejecutados porque eran los malos así lo ha decidido el parlamento en una votación exprés.
El último exprés conllevará el deseado fracaso escolar general, complementado con títulos rápidos en alguna tecnología y sin ninguna clase de humanidades de tal manera que, rotos todos los eslabones generacionales, en el futuro nadie pueda pensar, excepto en la educación para la ciudadanía en la que se enseñará, precisamente, a no contemplar la naturaleza sino a idear un mundo contra natura en el que sólo has de seguir las aberraciones, eso sí exprés, que se le ocurra al gobierno de turno.
Si de algo no me cabe duda es que estamos padeciendo una de las etapas de la historia más irracional, donde los poderes dominantes han conseguido que la capacidad de contemplación y de la consecuente reflexión hayan desaparecido de nuestro horizonte, acostumbrándonos a las frases cortas de una clase o casta dirigente que no pueden elaborar un discurso argumentado porque no sería exprés. ¡Qué Dios nos coja confesados!