La Iglesia constitutivamente por decisión fundacional de Jesucristo es misionera y, en la cruz, mártir. Dos realidades inseparables pues en el inicio de la predicación ya acechaba la persecución y la muerte de los que anunciaban el Evangelio de Nuestro Señor. Buen ejemplo de ello fue el destino final de la mayoría de los Apóstoles, de muchos de sus discípulos del y de la casi totalidad de los primeros cincuenta Papas.
Este domingo celebraremos el DOMUND, la jornada mundial de las misiones. Apartarnos de la dimensión misionera de la Iglesia es una tentación que ha estado presente en los últimos cuarenta años en algun
Gracias a Dios, a pesar de los citados ambientes nada evangelizadores, se están produciendo muchas conversiones allá donde los misioneros actúan. Noticias llegan de Mongolia, por ejemplo, donde su prelado recordaba que cuando los primeros misioneros católicos, un belga y dos filipinos, llegaron a Mongolia en 1992, prácticamente nadie había oído hablar de Jesús y hoy se multiplica el número de los seguidores de Él, que se revela como Verdad y Vida.
No quiero terminar este artículo sin retomar la idea inicial de la unión, plasmada en la historia, de la misión y el martirio. China con 150.000 conversiones anuales nos sirve para dar razón del título de este artículo pues su Iglesia es, al tiempo, misionera y mártir. Algunos católicos clandestinos tienen que recorrer 300 Kilómetros para asistir a la celebración de la Santa Misa. En este sentido, es indicativo el hecho de que, en donde la persecución religiosa busca la desaparición del catolicismo, éste crezca por el sentido misionero de los que sufren discriminación por su Fe cuando podían estar, tranquilamente, descansando en el respeto a los que profesan el ateísmo o cualquier credo.
No cesan de llegarnos noticias de la falta de libertad que padece la Iglesia en la mayoría de los países islámicos o en la India, muchas veces con brotes de violencia. Sirvan de ejemplo las denuncias recientes del Obispo Auxiliar de Bagdad sobre las masacres que se perpetran contra los cristianos en Irak o las del Arzobispo de Bhopal (India), con la profanación y destrucción, por parte de los hindúes de 149 iglesias, el incendio de 4.640 casas, dejando sin hogar a 53 mil cristianos, 18 mil heridos y más de 50 muertos.
Contemplando el panorama del mundo occidental otrora cristiano, no podemos dejar de preguntarnos si el huir de cualquier modo de sufrimiento o martirio no está relacionado con nuestra pérdida de sentido misionero. La mayoría de nuestros católicos no practican y los que sí lo hacen su Fe no sale de las paredes del templo o del confortable hogar. En definitiva, podemos afirmar que jamás ha existido nada tan “conservadurista” en la historia de la Iglesia como el mal llamado progresismo que infecciona la desalentadora actitud de no anunciar a todas las gentes a Cristo, no sea que de lo contrario se nos sitúe fuera de los contravalores del nuevo orden mundial. En este domingo miremos con alegría el mundo misionero y envidiemos la dedicación de unos y la valentía de todos los demás que nos recuerdan que la Iglesia es misionera y mártir. Y todo ello en el año dedicado a san Pablo, paradigma de misionero. Fuente: Diario ya |