viernes, 12 de diciembre de 2008

ANTE UNA SOCIEDAD ENFERMA, JESÚS VIENE A SALVARNOS

 

Se acerca la Navidad, el Niño Dios viene a nuestro encuentro a sanarnos de nuestras dolencias. Buen momento para pedirle no sólo por nuestros enfermos sino, también, por toda una sociedad postrada. Nunca he creído en la aplicación de las características de algunas personas a todo un colectivo. Sin embargo, me arriesgo en esta ocasión pues no deja de ser un fenómeno, digno de estudio, el hecho cierto del aplauso general a comportamientos enfermizos pues aunque exista, todavía, un substrato de verdad en la sociedad que sabe diferenciar entre el bien y el mal ello no evita que podamos compararla, en el contexto del conocimiento y la actitud incoherente, con delincuentes que conocen mejor el código penal que sus abogados, sin que este conocer suponga una intención de rehabilitación y, asimismo en otra dimensión, con muchos enfermos mentales que han leído  varios libros sobre las patologías que padecen o todas en general sin que, tampoco, suponga su curación o, en algunos casos, el simple deseo de obtenerla. Si no siempre es fácil, en lo individual, saber si algunos perversos fueron, previamente, enfermos psíquicos o si la persona que se deja dominar por los primeros brotes de envidias, odios, ánimos vengativos u otros pecados termina por ser perverso y enfermo psíquico, en lo social nos podemos decantar porque primero fue la aceptación y la justificación del pecado y, posteriormente, la enfermedad. En este orden de cosas, siendo consciente de que toda generalización es incompleta y peligrosa, podemos descubrir en nuestra sociedad española, al aceptar e imitar las actitudes de los poderosos que reúnen estas características, síntomas de esquizofrenia, paranoia, psicopatía y talante esquizoide.

 

Una sociedad, constituida por dirigidos y dirigentes a los que aplicamos lo que en adelante apuntamos, enferma porque es aceptadora de la cultura de la muerte, sin rebelarse en su mayoría; asistente pasiva a la destrucción de la niñez; insolidaria y educada en el egoísmo en todos los órdenes, que cree que la culpa es siempre de los antepasados (personas, sistemas políticos) o de los demás en general; insensata y no tiene pensamiento que profundice en las grandes preguntas y en el origen de lo que sucede; desesperanzada, sin ilusiones, viendo como natural el suicidio asistido y, en el futuro, la eutanasia activa para todos; viciosa de la propia imagen, sin principios ni moral objetiva; ansiosa de protagonismo excesivo, y con ejemplos de recreadores de la naturaleza, egocéntrica al máximo; individualista; vengativa (memoria histórica); criticona que no crítica; aborregada y sin iniciativas, y un largo etcétera. En los siguientes párrafos, reproduzco algunos síntomas de enfermedades. Que cada lector vea, por sí mismo, si estas manifestaciones se están generalizando y, si en el fondo, muchas no son ya verdaderos pecados sociales. Veamos:

 

Esquizofrenia  incluye como síntomas, entre otros, el delirio, cambios de conducta, retraimiento emocional, apatía, pensamiento estereotipado, limitación en la fluidez y productividad del discurso, el deterioro del procesamiento de la información, trastorno de las funciones ejecutivas (planificar, priorizar), discapacidad social, aplanamiento afectivo, disforia (irritabilidad, tensión), el humor depresivo, desesperanza e ideas suicidas, hostilidad, impulsividad, aislamiento y conducta antisocial.

Paranoia: angustias, como la de estar siendo perseguido por personas o grupos o ser el elegido para una alta misión, como la de constituirse en salvador de colectivos o del mundo, delirios por celos, etc. y se presenta, sobre todo, en individuos de personalidad orgullosa, ególatra y desconfiada. Se afirma que los factores desencadenantes se encuentran muy activos en los que presentan un acusado narcisismo y que se han visto frustrados (expulsiones, ceses, fracasos), por tanto dotados de una baja autoestima. Esto provoca que se dispare en los mismos el mecanismo de Proyección por el cual atribuimos a otros impulsos, fantasías, frustraciones y tensiones que nos resultan inaceptables e insoportables en nosotros mismos. Según estudios psiquiátricos, el pensamiento paranoide, es rígido e incorregible: no tiene en cuenta las razones contrarias, recoge datos que le confirmen el prejuicio, convertido así en convicción. La culpa de mis fracasos, además, siempre es de otros, especialmente de los allegados que le han ayudado.

Personalidad psicópata. Los psicópatas no pueden empatizar ni sentir culpa, interactúan con las demás personas como si fuesen un objeto (hoy te cojo mañana te dejo), las utilizan para conseguir sus objetivos. Si hacen algo en beneficio de alguien o de alguna causa es sólo por egoísmo, para su beneficio. Pueden cometer actos contra el prójimo, para ellos justificados, con total falta de escrúpulos.

Esquizoide: Cínico, falso, autómata con fantasías vengativas omnipotentes contra toda una sociedad o grupo que le hizo mal, grandiosidad oculta, retraído, distante, pocos amigos cercanos, inmune a los sentimientos de otros.

 

¡Ven Señor Jesús y no tardes!

viernes, 5 de diciembre de 2008

Violencia y Verdad II. Declaraciones ministeriales

Joaquín Jaubert. 5 de diciembre.

Siempre ha sido mi deseo evitar, en mis artículos, pronunciamientos políticos fuera de los que propicia el Magisterio de la Iglesia en torno a los principios inmutables del orden natural de las cosas, el derecho a la vida, la protección de la familia, etc. Creo continuar en esa primera intención en mi opinión abajo expuesta. Hoy tocaba otro escrito, pero leídas las declaraciones de una ministra, recogidas en este periódico, no puedo dejar pasar la oportunidad de escribir un segundo capítulo del artículo de la semana pasada.

Cito parte de la noticia: “Durante la inauguración de las jornadas 'Las mujeres bajo la dictadura franquista', organizadas por la Fundación Pablo Iglesias, la ministra explicó que el problema de la violencia machista "guarda relación con la herencia de un pasado en el que las mujeres no eran ciudadanas de pleno derecho".

Repito que no se pueden hacer continuamente compartimentos estancos con el tema de la violencia, convertido en un fenómeno cotidiano en todos los ámbitos de la vida social. Datos objetivos con respecto al pasado son las estadísticas oficiales sobre la delincuencia que aumenta a un ritmo vertiginoso con las cárceles y las calles llenas de violentos de todo género. Padres e hijos (incluidas madres y niños abortados), traficantes de droga y drogadictos, profesores y alumnos, maridos y esposas y más entre concubinos y concubinas, compañeros de colegio entre sí, bandas organizadas, racistas de una y otra raza, ultras del fútbol, separatistas, terroristas, y un casi  interminable etcétera. A todo ello habría que sumar las escenas, el tono y el doblaje de las películas, mucho más violento que el leguaje utilizado en el idioma original, amén de las expresiones de los políticos y de los medios de comunicación.

Recuerdo tres tipos de anécdotas de mi niñez. La primera, tiene que ver con mi afición infantil y juvenil al fútbol, hoy superada. No se borra de mi memoria la actuación del público asistente que, en el máximo de su enfado, lanzaba almohadillas al terreno de juego; sólo había dos policías y ambos leyendo el Marca. Un famoso sociólogo, hoy convertido a la sensatez, llegó a afirmar que dichos lanzamientos estaban motivados por la represión política y que acabarían con el advenimiento del nuevo sistema. Al llegar tan esperado momento, hubo que hacer uso de vallas, fosos, y policías armados de escudos, cascos, porras, etc. sin poder evitar una violencia mayor cada jornada. La segunda, el viaje de fin de curso realizado a Madrid en los años setenta, tenía 15 años, al igual que mis compañeros, y los Hermanos de la Salle permitieron que estuviéramos solos por la calles de la capital hasta las cuatro o cinco de la madrugada, no había temores de violencia contra nosotros ni policías vigilando para reprimirlos. La tercera, aunque la película se estrenara años antes, los comentarios de mis mayores escandalizados por la bofetada que le da Glenn Ford a Rita Hayworth en la película Gilda, lo que se consideraba inadmisible en la mentalidad de la época. No hago ningún comentario más del cine actual y las imágenes que nos ofrece.

Violencia siempre ha habido, pero más hoy que ayer, teniendo en cuenta incluso la llamada de género. No defiendo un sistema político, sino una mentalidad social, en parte debida al sistema  que siguiendo las directrices de la Iglesia fomentaba la reconciliación, el perdón, el amor a la Verdad y la honradez. No había bolso que perdiera una señora que no fuera encontrado con el total de su contenido, sea dicho de paso. En definitiva, en todos los órdenes de nuestro occidente actual vivimos de contravalores, de  una contracultura en apogeo, y de unos malos principios sostenidos por los poderes dominantes.

Aquellas palabras del tribuno de la tradición que afirmaba “ay de aquellos que elevan altares a los principios y cadalsos a la consecuencias” sigue manteniendo su vigencia. O retomamos el respeto al orden natural de las cosas y a una moral objetiva o señora ministra estamos abocados a ser víctimas de cualquier tipo de violencia.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Violencia y Verdad

Joaquín Jaubert. 28 de noviembre.

Resulta cuando menos digno de analizar como en una sociedad democrática, que hace profesión de tolerancia, aumenta la violencia en todos sus ámbitos. Es cierto que estábamos acostumbrados, en el pasado, a una profusión de la violencia de las que teníamos conocimiento en los noticiarios cuando hacían referencia a determinadas naciones o culturas. En este contexto, no hay nada nuevo bajo el sol. Así lo demuestran, los continuos llamamientos del Santo Padre pidiendo el cese de este fenómeno en lugares habituados al mismo pues no hay día que los titulares de los periódicos no reflejen esta realidad.

En los discursos dirigidos a las víctimas y verdugos, alguna vez el Papa condena la violencia en la India o en el Líbano, o se solidariza con los caldeos o los armenios por la escalada persecución contra los cristianos; en otros, señala alguno de los orígenes profundos de la violencia que son aplicables a nuestra sociedad occidental y a toda época histórica. Por ejemplo, refiriéndose a Tierra Santa afirmó que “Orgullo y egoísmo alzan muros de odio y violencia”. Recientemente, en Australia dirigiéndose a los jóvenes de todo el mundo hablaba de las concomitancias de estas actitudes con otros aspectos negativos del mundo contemporáneo en una degradación que se produce no sólo en el planeta sino también en el ser humano "a través del alcohol, las drogas y la exaltación de la violencia y la degradación sexual, a menudo presentada como un entretenimiento en la televisión y en internet".

Pero la doctrina de la Iglesia, al contrario de la mantenida por los políticos al uso y los medios de comunicación social, no hace compartimentos estancos a la hora de valorar un tipo desgajándola de todas las demás manifestaciones de la violencia. Es curioso como todos los días nos recuerdan la violencia llamada de género, ahondando sólo en medidas represivas o preventivas próximas de una total ineficacia como demuestran las estadísticas. Nadie se pregunta el motivo de que el ascenso de este tipo de violencia corra paralelo al del comienzo y desarrollo del divorcio con todas las situaciones traumáticas que genera y que han quedado grabadas en las generaciones que luego más han maltratado o del aborto sobre el que Benedicto XVI se preguntaba "cómo puede haberse convertido en un lugar de violencia el más maravilloso y sagrado lugar humano, el vientre de la mujer". La cultura de la muerte, de la destrucción de las instituciones naturales y de la infidelidad, derivadas del egoísmo que denuncia el Santo Padre,  propicia la generalización de la violencia en todas sus manifestaciones.

Sin embargo, siendo cierto todo lo hasta aquí afirmado es en la siguiente aseveración del Pontífice donde se encuentra la última raíz de este mal al señalar que existe "algo siniestro que nace del hecho de que la libertad y la tolerancia están separadas a menudo de la verdad". "Esto está alimentado por la noción, ampliamente sostenida en la actualidad, de que no existe una verdad absoluta que guíe nuestras vidas", explica el Papa, ya que "las experiencias a las que se desnuda de lo que es bueno y de la verdad, pueden conducir no a una libertad genuina, sino a una confusión moral o intelectual". No es de recibo negar que de unas premisas como las expuestas se deducen unas terribles conclusiones y, por tanto, negar a su vez, que la confusión sobre lo bueno y lo verdadero distorsiona la capacidad de discernimiento de la persona que no descubre en la violencia injustificada su intrínseca maldad.

Al final, tenemos que constatar que la continua tendencia de los poderosos a crear una humanidad basada en sus propias ideas totalitarias, en tanto quieren abarcar todas las dimensiones del ser humano, que violentan el orden natural de las cosas sólo puede acrecentar la violencia de todo género. España es buena muestra de ello. A nosotros nos toca la tarea, que recordaba el Papa al exponer el pensamiento de Tertuliano,  de vivir con la idea de que «el martirio y el sufrimiento son más eficaces que la crueldad y la violencia de los regímenes totalitarios».

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/violencia-y-verdad 

jueves, 13 de noviembre de 2008

Políticos católicos, ¿existen en España?

Luis Joaquín Jaubert. 13 de noviembre.

Hace justamente un año una senadora socialista, Mercedes Aroz, con 32 años de militancia, dejaba la política activa por sus discrepancias con un PSOE que aprobaba leyes como la del mal llamado "matrimonio" homosexual  o la de la investigación con embriones que chocaban frontalmente con su compromiso cristiano. Anteriormente, en el mes de marzo de 2006, Benedicto XVI recibía a un grupo de parlamentarios europeos del Partido Popular. El Papa les  recordaba algunas ideas básicas para la actuación del católico en política a las que, por supuesto, los representantes españoles, y supongo que sus colegas del resto de Europa,  no hicieron ningún caso. Tal vez el error estaba en suponer que quedaba algo de cristiano en este tipo de partidos cuando recordó Su Santidad que este encuentro se situaba “en la larga serie de reuniones entre mis precursores y los movimientos políticos de inspiración cristiana”. Podemos resumir el mensaje papal en los siguientes pensamientos entrecomillados, exhortando a estos políticos a ser “testigos creíbles y constantes de estas verdades básicas en su actividad política”:

1.- Para lograr distintos objetivos que impliquen un debate sobre el modelo social, es importante “inspirarse con fidelidad creativa en la herencia cristiana que ha dado una aportación fundamental a la identidad europea”. “Europa será capaz de dar un rumbo seguro a las opciones de sus ciudadanos y de sus pueblos si valora sus raíces cristianas”

2.- “La protección y la promoción de la dignidad de la persona” exige una “atención particular hacia los principios que no son negociables: protección de lavida en todas sus etapas, el reconocimiento y la promoción de la estructura natural de la familia, como una unión entre un hombre y una mujer basada en elmatrimonio, defendiéndola de las tentativas de hacerla jurídicamente equivalente con formas radicalmente diferentes de unión que la perjudican y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irremplazable papel social, y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos”.

3.- Apoyar la tradición cristiana contribuye a  “la derrota de una cultura claramente difundida en Europa, que relega a la esfera privada y subjetiva la manifestación de las propias convicciones religiosas (…) las políticas basadas en este supuesto no sólo implican el rechazo del papel público del cristianismo; generalmente excluyen además el reconocimiento de la tradición religiosa de Europa, que es tan clara”. El Papa sentenció que “oponerse a estos valores e ignorarlos, en vez de dialogar con ellos, sería un signo de inmadurez, cuando no de debilidad.”.

Los programas de los partidos no contemplan estos principios y sí lo contrario en distintos grados. Los votos conscientemente católicos, como alternativa española y católica, quedan reducidos a unos miles o a una abstención creciente.

En España, en su momento, faltaron junto a los muy acertados documentos doctrinales de nuestros obispos, decisiones públicas al estilo del Cardenal Pedro Rubiano Saenz, Arzobispo de Bogotá, cuando anunció la excomunión de los magistrados de la Corte Constitucional que votaron a favor de la despenalización del aborto, así como de quienes la promovieron o, más recientemente, en estos días, la del Arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno, quien declaraba que los diputados “que voten a favor de la legalización del aborto incurrirán en excomunión automática”, precisando que "los valores del ser humano no se plebiscitan, son anteriores a la razón humana, a la libertad". A lo mejor alguno de los diputados que pertenecen a movimientos católicos, en España, muy activos dentro de las paredes de los templos, pero que se someten al poder del partido, hubiesen asumido actitudes más en consonancia con sus creencias. Recuerdo al respecto la claridad de Mons. Guerra Campos, cuando este crimen iba a ser aprobado, y la de Mons. Gea, cuando iba a ser ampliado. Este último escribía: “les digo a los parlamentarios católicos que votan a favor de la ampliación del aborto: Si la Iglesia castiga con la excomunión a todos aquellos que toman parte en un aborto, pensad en vuestra responsabilidad delante de Dios al permitir y apoyar estos hechos delictivos. Estáis actuando totalmente en contra de vuestra fe. Reconoced que os habéis dado de baja en la Iglesia católica, en cuya fe y moral os habéis educado.”.

El disfrute del poder, inmerso en la partitocracia, se ha convertido en una religión y no se puede pertenecer a dos religiones. Lástima de políticos que dicen ser cristianosLa respuesta a la pregunta del título de este artículo es clara, no en el parlamento de España.

Fuente: Diarioya

viernes, 7 de noviembre de 2008

Propaganda contra evidencia

Joaquín Jaubert. 7 de noviembre.

Bien sabemos que la propaganda busca el efecto de dar a conocer un producto o una doctrina o cualquier otra cosa, según el caso. En las elecciones, se supone que a un candidato y a un proyecto o programa. El poder de la propaganda es tal que puede conseguir que cualquier persona no aprecie lo que realmente tiene ante sus narices, para emplear una expresión coloquial. Cuando la filosofía se disparató, apartándose del estudio de la realidad que se ofrecía al observador, para decapitarse a sí misma en un proceso degenerante que llega  hasta el idealismo hegeliano en el que se da una completa coincidencia entre el pensamiento que piensa la realidad y la realidad que es pensamiento, empiezan a surgir, como consecuencia lógica, movimientos como el Nacional –Socialismo y el Socialismo Comunista que, a su vez, en el terreno social fueron verdaderos especialistas en afirmar y convencer a las masas de lo que la realidad negaba. Pongamos como ejemplos, la superioridad de la raza blanca en el primero y el bienestar de la clase obrera en el segundo.

Conocidos son los principios que se practican para la efectividad de la propaganda, que recuerdo aunque están presentes todos los días en su uso y en sus efectos:

Se debe apelar a los sentimientos. 
 

Los eslóganes deben ser simples y comprensibles por cualquiera. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.

Los argumentos y programas deben adaptarse de acuerdo con los prejuicios y estereotipos presentes en la cultura popular para ser fácilmente aceptados.
La gente entiende poco y olvida mucho lo que se complementa con la conocida frase “Si una mentira se repite, acaba por convertirse en verdad”.
Se debe vincular al enemigo a una persona o a una idea con un símbolo negativo para provocar su rechazo con base en ese símbolo y no de acuerdo con la verdad. “Calumnia que algo queda” podría ser su manifestación cotidiana.

Como vemos, el uso inmoral de la propaganda va contra la verdad y la evidencia con el conocimiento claro de quien la utiliza a sabiendas de que miente. Analizar la realidad de los discursos de los dirigentes del mundo, y de los titulares y las redacciones de las noticias, en los medios de comunicación, nos puede causar una depresión intratable al tomar conciencia de la manipulación a la que está sometido el pueblo. Lo que antes se predicaba de las citadas doctrinas políticas Nacional-Socialista y Socialista Comunista, es ahora aplicable a casi todos los que se mueven en el actual sistema occidental si no les queda algún substrato de moral cristiana.

La mayoría de los ataques a la Iglesia católica y a sus misioneros nacen de la mentira convertida en “verdad oficial y popular”, también en España. El daño que se está haciendo es de carácter demoníaco, sin ningún sentimiento de culpa por parte de sus fautores. El dolor que produce comprobar como todas las generaciones, aunque especialmente las jóvenes, se pronuncian sobre aspectos diversos del catolicismo nos remite a la confirmación de todo lo dicho.

Si aplicáramos un análisis serio a los últimos acontecimientos, partiendo desde lo evidentemente visible y los comentarios realizados en torno a ellos, nos conduciría a preguntarnos si muchas personas honradas no están cayendo en una trampa manipuladora en lo más profundo y menos visible.

Recuerdo dos películas sobre un mismo santo, Martín de Porres. La primera española titulada Fray escoba, la segunda mexicana Un mulato llamado Martín. Según el diccionario de la Lengua Española, el término “mulato” se aplica a la persona que ha nacido de negra o blanco o al contrario. Es curioso, como casi todos los medios destacan que el nuevo presidente de USA es de raza negra y, así, lo repiten los personajes públicos, aún viendo por la televisión el entierro de su abuela blanca. Hubiese sido muy interesante aprovechar la situación para hacer campaña, verbigracia, sobre la unión de las razas. Pero no. Estamos legitimados para preguntarnos, si casi todo el mundo niega lo evidente en lo que se ve, como será en lo que, físicamente, no se ve.

Hoy podemos entender, un poco mejor, los eufemismos y las manipulaciones en temas como el aborto, la eutanasia, las uniones contra natura, etc., negando la evidencia de la cultura de la muerte en la aceptación de asesinatos y de la pretendida destrucción de la familia con la introducción de realidades “nuevas”. Sólo hay que hacer la debida propaganda y, como papagayos, todos repetirán alabanzas o condenas sin tener en cuenta una realidad cruenta en USA, que no va a cambiar, en España y, en general en todo el Occidente. 

 

Fuente: Diario ya

viernes, 31 de octubre de 2008

Catolicidad, Patria y nacionalismo

Joaquín Jaubert. 31 de octubre.

Con atención leía ayer el artículo, en este nuestro periódico, de mi paisano y antiguo alumno el profesor Carlos Gregorio. Hacía un buen análisis crítico de los últimos argumentos del nacionalismo canario. Por un momento, recordé que se parecían mucho a los esgrimidos en la obra de Vizcaíno Casas Las autonosuyas, especialmente cuando el líder de la autonomía serrana descubrió como lengua propia el farfullo aprovechándose de un defecto de su frenillo. La semejanza de ambas argumentaciones supongo que provienen del mismo problema. En cualquier caso, como historiador que conoce bien su tierra, se sentiría abochornado de tener que comentar ciertos dislates de este fenómeno político lejos de la realidad social de un pueblo, que por ser crisol de toda España, no se siente identificado con taifas que nunca conoció.

No siento como tarea mía nada que se aparte del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia. Jesús amaba su Patria y con Él todos los santos, cada uno a la tierra de sus padres, a lo largo de la historia. Es más, el cuarto mandamiento, como aparece en todos los catecismos incluye el amor a la Patria como un deber. Pero algunos “amores” pueden ser enfermizos si son desequilibrados. Por ello, ante las desgracias que hemos vivido durante dos siglos en torno a los nacionalismos cuando se convierten en enfermizos, creo oportuno recordar lo denunciado por los últimos Papas. El 22 de agosto del 2001, decía Juan Pablo II: “En estas últimas décadas, caracterizadas por el desarrollo de la globalización y marcadas por el resurgimiento preocupante de nacionalismos agresivos…” y, en España, el 3 de mayo de 2003 a los jóvenes: "Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado…”. En su libro «Memoria e identidad» (pp. 87-88), explicaba la diferencia entre patriotismo (sano amor a la propia patria) y nacionalismo (una degeneración peligrosa) con estas palabras: «el nacionalismo se caracteriza porque reconoce y pretende únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás. Por el contrario, el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia y, por tanto, es una forma de amor social ordenado». No se puede decir mejor. El 14 de Noviembre de 2002, ante el Parlamento italiano: “El camino que permite mantener y valorar las diferencias, sin que se conviertan en motivos de contraposición y obstáculos al progreso común, es el de una solidaridad sincera y leal. Esta solidaridad tiene profundas raíces en el alma y en las costumbres del pueblo italiano”.Lo mismo podía afirmarse del pueblo español tan alejado de las directrices insolidarias, y tremendamente egoístas, de sus dirigentes.

Recientemente, de forma parecida al anterior Pontífice, el 24 de agosto de 2008 Benedicto XVI, advirtió contra la vuelta a “posiciones enfrentadas nacionalistas que tan trágicas consecuencias han producido en otras épocas históricas”. Y, anteriormente, el 26 de octubre de 2006, proponía unas pautaso consejos a diplomáticos para evitar“los riesgos de replegarse en sí mismos, del nacionalismo exacerbado”.

El nacionalismo que surge en nuestras comunidades autónomas o regiones utiliza una historia inexistente o falsificada para justificar o disfrazar apetencias puramente económicas. Ese es un nacionalismo nada solidario y, por tanto, enfermizo y peligroso para una catolicidad que tiene sus miras en lo que anunciaba el profeta Isaías: "Yo vengo a reunir a todas las naciones y lenguas; vendrán y verán mi gloria" (Is. 66, 18). El nacionalismo, tal y como se predica, es una ideología que no hace referencia a los fundamentos espirituales de una Patria sino que más bien los destruye en una nueva presentación de un uniformismo totalitario. No es de extrañar que, antes y ahora, donde crece el nacionalismo mengua la religión católica, sólo hay que meditar en algunas estadísticas.

En otro artículo anterior escribía sobre las persecuciones al cristianismo en países islámicos y, por parte de los hindúes, en la India. Siendo cierto que, con los primeros siempre ha habido conflictos, no lo es menos que el nacionalismo de algunas tendencias políticas ha acrecentado el odio en estas naciones contra todo lo cristiano y que la India,  que no tenía antecedentes de violencia contra los cristianos, al resurgir el nacionalismo hindú se haya sumado a esta práctica.

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/catolicidad-patria-y-nacionalismo

viernes, 24 de octubre de 2008

De la Cruz a Belén

Luis Joaquín Gómez Jaubert. 24 de Octubre.

O hacemos desaparecer los símbolos cristianos o les cambiamos su contenido parece ser la finalidad que persiguen los enemigos de Cristo. No hemos comenzado el adviento y los comercios comienzan a presentar un exterior navideño. El ritmo litúrgico de nuestras celebraciones cristianas, en la calle, va siendo sustituido por intereses comerciales de la misma manera que las fiestas marianas y las de muchos santos sufren variaciones hasta de meses con respecto al día propio, según las comisiones organizadoras crean que es mejor para compaginar con las manifestaciones populares en las que en nombre de la Virgen se pierde la virginidad y en nombre de los santos la santidad. No sé que solución tiene este fenómeno, pero a este paso se celebrarán las tradicionales fiestas católicas sin contenido religioso y sin concurso de la Iglesia. En este contexto alejado de una verdadera Fe, la segunda opción del enemigo es hacer desaparecer todo símbolo por lo que es posible que nos tengamos que volver a enfrentar, como años pasados, a otras tendencias aparentemente contrarias por su radicalismo a las descritas pero, en el fondo, coincidentes en la lucha por desmembrar lo que de católico queda en la sociedad española. He querido titular este artículo como lo he hecho, haciendo referencia al proceso inverso a la historia que se ha querido seguir en este tendencia. Comenzaron retirando los crucifijos en los centros oficiales y colegios por ser (no hay ninguno que lo sea) nuestro Estado aconfesional para terminar con los belenes. Incluso, temporalmente, en instituciones eclesiásticas con motivo de la estancia o visita de creyentes musulmanes se ocultaron símbolos cristianos.

Somos testigos de cómo en estos últimos años le ha empezado a tocar el turno a los Belenes. Los contados casos de actitudes anti – navideñas de algunos directores de centros escolares, con la justificación de algún Gobierno autónomo, no son más que el inicio de una guerra con varios frentes. Lo llamativo de este tipo de noticias nos lleva a aprovecharlas para denunciar una mayor y más sibilina campaña contra el verdadero contenido y sentido de estas fechas y de todo lo religioso. Ciertamente, esta tarea diabólica no es de un día sino de muchos lustros. Ya en el año 2000, refrendado por una reciente estadística, se afirmaba en Gran Bretaña que tan sólo el 8% de los niños británicos asocia la Navidad con el nacimiento de Jesús. El estudio, realizado por la agencia Media Com TMB, entrevistó, en aquél entonces a 1.200 niños y adolescentes en edades entre los 8 y los 16 años. Según sus conclusiones, el 67% de los entrevistados identificó el 25 de diciembre con Papá Noel. Otro estudio de la misma agencia, en el que tiene en cuenta edades inferiores, explica que el 77% de los niños británicos entre 7 y 9 años cree en la existencia de un viejecito vestido de rojo y con una abundante barba blanca. España, por lo que se puede observar en comercios y casas particulares va siguiendo a distancia esta corriente. El pobre San Nicolás, amigo de los niños, estará contemplando como lo han reducido a un simple objeto utilizado para vaciar del misterio cristiano a la Navidad. En cualquier caso, lo que nos ha de preocupar es que estamos dentro de un contexto social que se ha venido a denominar “cristofóbico” y que incluye, desgraciadamente, todos los días del año.

Que el consumismo va a dominar estas jornadas y que, en muchas familias, ya no se distinguirá la celebración de la Noche Buena de la correspondiente a la noche vieja es fácil de constatar. Las advertencias del Santo Padre y de la jerarquía eclesiástica en general no son competencia contra una cascada de anuncios comerciales y modas en los modos. Todos lo buenos deseos de paz, perdón, amor, unidad en la familia y un largo etcétera no llegan a buen puerto cuando no están sustentados en el amor de Aquél que siendo Dios se hizo hombre para salvarnos. El materialismo y el hedonismo circundante, acentuado en este tiempo navideño, no pueden constituirse en baluartes, en pilares de valores espirituales como los arriba reseñados. Están enfrentados por su propia naturaleza a la Buena Noticia que anunciaron los ángeles. Sólo sirven para adornar el egoísmo y el deseo enfermizo de poseer más y más sin necesidad, contravalores contemporáneos que, como pan y circo, fomentan nuestras autoridades 

Por ello, aprovechando las luces callejeras me adelanto también pidiendo que reflexionemos y nos preparemos cristianamente a las fiestas. Aunque entiendo que lo que voy a escribir a continuación es fácil como consejo el católico debe luchar para no dejarse arrastrar por estas corrientes de vida porque, también, manifiestan un pensamiento que arremete contra nuestra Fe. Nada de lo que sucede en este terreno es casual, más bien al contrario está fríamente planeado en orden a destruir los símbolos y valores cristianos que, todavía, subsisten en nuestra sociedad. Por tanto, animo a todos los lectores a recuperar su asistencia a todas las celebraciones solemnes de estos días; a rezar en casa bendiciendo la mesa y explicando a los menores el origen de nuestra alegría; a no abandonar la realización de belenes o nacimientos, por simples que sean, sin mezclarlos con otras imágenes que no hacen referencia al nacimiento de Jesús; a enseñar villancicos y a cantarlos en familia; a enviar felicitaciones, postales -con los personajes y los motivos del Verbo encarnado-, sms, emeils con un texto que haga referencia al Niño Dios, huyendo de las cursiladas babosas que abundan, en los últimos años, y de la chabacanería de otros; a solidarizarnos con los más pobres, ayudándoles en sus necesidades; a no tener más detalles materiales que los que requieren la manifestación del amor y la alegría de los niños. En otras palabras, ¡hay que gastar menos y amar más!

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/de-la-cruz-a-bel%C3%A9n

jueves, 16 de octubre de 2008

IGLESIA MISIONERA, IGLESIA MÁRTIR

 

La Iglesia constitutivamente por decisión fundacional de Jesucristo es misionera y, en la cruz, mártir. Dos realidades inseparables pues en el inicio de la predicación ya acechaba la persecución y la muerte de los que anunciaban el Evangelio de Nuestro Señor. Buen ejemplo de ello fue el destino final de la mayoría de los Apóstoles, de muchos de sus discípulos del y de la casi totalidad de los primeros cincuenta Papas.

 

Este domingo celebraremos el DOMUND, la jornada mundial de las misiones. Apartarnos de la dimensión misionera de la Iglesia es una tentación que ha estado presente en los últimos cuarenta años en algunos ambientes que se tienen por católicos. Un respeto debido a toda persona se ha transformado en una aceptación total de lo que profesa la misma. Leo en una hoja parroquial: “Respeta todas las religiones; cada hombre tiene derecho de escoger el camino que prefiere; respeta la libertad de credo en los otros; no discutas ni procures sacar a nadir del camino que se trazó…”. Hace años, en un reportaje televisivo, dos miembros de una conocida congregación religiosa afirmaban que su misión no era convertir al cristianismo sino enseñar a practicar bien la religión que ya tenían sus “misionados”. La compatibilidad de estas expresiones es imposible de encajar con el mandato de Nuestro Señor: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes,…”. Es más sólo en un contexto misionero se da en toda su integridad el respeto a la dignidad de la persona que, precisamente, me impele a anunciar el Evangelio. El único Salvador, el único camino de salvación así me lo pide. Por lo menos que todos sepan que Cristo es el Dios encarnado que murió para redimirnos. Toda persona tiene derecho a conocer a Cristo, derecho que se corresponde con el  también derecho y, a la vez, deber de darlo a conocer por parte de la Iglesia.

 

Gracias a Dios, a pesar de los citados ambientes nada evangelizadores, se están produciendo muchas conversiones allá donde los misioneros actúan. Noticias llegan de Mongolia, por ejemplo, donde su prelado recordaba que cuando los primeros misioneros católicos, un belga y dos filipinos, llegaron a Mongolia en 1992, prácticamente nadie había oído hablar de Jesús y hoy se multiplica el número de los seguidores de Él, que se revela como Verdad y Vida.

 

No quiero terminar este artículo sin retomar la idea inicial de la unión, plasmada en la historia, de la misión y el martirio. China con 150.000 conversiones anuales nos sirve para dar razón del título de este artículo pues su Iglesia es, al tiempo, misionera y mártir.  Algunos católicos clandestinos tienen que recorrer 300 Kilómetros para asistir a la celebración de la Santa Misa. En este sentido, es indicativo el hecho de que, en donde la persecución religiosa busca la desaparición del catolicismo, éste crezca por el sentido misionero de los que sufren discriminación por su Fe cuando podían estar, tranquilamente, descansando en el respeto a los que profesan el ateísmo o cualquier credo.

 

No cesan de llegarnos noticias de la falta de libertad que padece la Iglesia en la mayoría de los países islámicos o en la India, muchas veces con brotes de violencia. Sirvan de ejemplo las denuncias recientes del Obispo Auxiliar de Bagdad sobre las masacres que se perpetran contra los cristianos en Irak o las del Arzobispo de Bhopal (India), con la profanación y destrucción, por parte de los hindúes de 149 iglesias, el incendio de 4.640 casas, dejando sin hogar a 53 mil cristianos, 18 mil heridos y más de 50 muertos.

 

Contemplando el panorama del mundo occidental otrora cristiano, no podemos dejar de preguntarnos si el huir de cualquier modo de sufrimiento o martirio no está relacionado con nuestra pérdida de sentido misionero. La mayoría de nuestros católicos no practican y los que sí lo hacen su Fe no sale de las paredes del templo o del confortable hogar. En definitiva, podemos afirmar que jamás ha existido nada tan “conservadurista” en la historia de la Iglesia como el mal llamado progresismo que infecciona la desalentadora actitud de no anunciar a todas las gentes a Cristo, no sea que de lo contrario se nos sitúe fuera de los contravalores del nuevo orden mundial.  

En este domingo miremos con alegría el mundo misionero y envidiemos la dedicación de unos y la valentía de todos los demás que nos recuerdan que la Iglesia es misionera y mártir. Y todo ello en el año dedicado a san Pablo, paradigma de misionero.

 

Fuente: Diario ya

viernes, 10 de octubre de 2008

SEDE-POSICIONES

Joaquín Jaubert. 10 de octubre.

La Santa Sede, desde que existe, siempre ha estado en el punto de mira de sus sucesivos contemporáneos y, por supuesto, de los historiadores. Éstos, según los distintos enfoques, la han tratado con mayor  o menor justicia. Pero no es nuestra intención, en estas pocas letras, examinar la actitud y las perspectivas de los historiadores ni siquiera de los observadores y comentaristas de nuestro tiempo ateos, agnósticos o creyentes de otras religiones, sino de los propios bautizados en la Iglesia católica que, no por ello, ejercen como cristianos católicos. Según la relación que adoptan con la Santa Sede, nos encontramos:

Los que no lo son. Uno de los grandes problemas de la Iglesia de nuestro tiempo es el que concierne a los nuevos herejes que no se dan de baja de la Iglesia o, en términos más exactos, que no apostatan oficialmente de un credo que trocean y destruyen sin el menor atisbo de arrepentimiento. No son, pero están, y, en algunas ocasiones, han ocupado cargos de relevancia en el organigrama eclesial. A ellos les da lo mismo consagrar maíz, refrescos, arroz que pan y vino; les da igual, pues todos son salvadores Cristo que Buda que Mahoma; uniones gay que matrimonios naturales o sacramentales. Como los lectores de estas letras comprenderán, ante estas atrocidades perpetradas contra el dogma, la Santa Sede les trae al fresco. Estos son parte de un más amplio espectro de los así llamados progresistas, al igual que los seculares presentes discípulos del modernismo ven a Roma y al Papa como una institución y un líder respectivamente partes de una hipotética ONU de las religiones. No son.

Los que sí son. En este grupo, se encuentra una gran mayoría que no tienen un gran conocimiento de la doctrina de la Iglesia ni en el dogma ni en la moral. La alianza entre los contenidos de una incompleta y endeble catequesis, que parece puede empezarse a enmendar, y la osmosis de convivir con un mundo pleno de superficialidades, fomentadas por los medios de comunicación, en el que todos saben de todo y en el que toda opinión está a la altura de cualquier otra sin mayores distingos de la autoridad moral de quien la emite, va situando progresivamente a la Santa Sede como el lugar en el que vive una especie de monarca constitucional que les representa ante el mundo pero cuya doctrina no es más importante que la conclusión de un parlamento que decide por mayoría la naturaleza sobre la vida, la familia o el sexo.

Otros sí están atentos y acatan el Magisterio Papal que sigue un hilo conductor sin contradicciones desde los primeros papas. Muchos son los movimientos que nacen como una nueva guardia suiza del Vicario de Cristo en la diáspora. Aman a la Roma eterna y al Sumo Pontífice con todas sus consecuencias.

En cualquier caso, en el caos de nuestro catolicismo de las últimas cuatro décadas, que poco a poco va desapareciendo,  a un lado o al otro del espectro de tendencias en relación a su posicionamiento ante la Santa Sede militan católicos que, según sea su comportamiento, terminan por adoptar, en la teoría y/o en al práctica posturas paralelas a las descritas someramente en líneas anteriores. Podríamos encuadrarlos en cinco grupos: sederomanistas, fieles al Papado tal y como prescribe el Magisterio Tradicional; sedefabilistas, que asumen, en la práctica, la existencia del Sumo Pontífice como una representación que se equivoca en lo doctrinal y que no es superior a las posiciones de los que de verdad están más inspirados que él; sedeprivacionistas, el Vicario de Cristo sólo lo es materialmente mientras mantenga errores en su magisterio; sedevacantistas, es decir no hay Papa; y sedeocupacionistas, que afirman que el solio pontificio lo ocupan o lo ostentan ellos mismos. Ciertamente, esta división tiene muchos matices y sólo es orientadora. Nos encontraremos interrelacionados algunas corrientes que mantienen, al tiempo, miembros en las tres primeras opciones. No nos ha de extrañar que proliferen denominaciones de confesiones y de mal llamadas Iglesias con el apelativo de católicas al tiempo de obispos “consagrados” que ya suman más de medio millar, alguno de ellos de circo a los que nos vamos acostumbrando por su aparición en los medios de comunicación.

Santa Paciencia y mucha oración por el Papa y sus intenciones.

Fuente: Diario Ya

http://www.diarioya.es/content/sedeposici%C3%B3n


 

 

viernes, 3 de octubre de 2008

Periódico confesional

Joaquín Gómez Jaubert. 3 de octubre.

Periodistas católicos hay en muchos medios de comunicación, que ejerzan como tales algunos menos. Lo común es encontrarlos mezclados con otros profesionales que, con una mayor combatividad, manifiestan sus opiniones contrarias a las definidas posiciones de la Iglesia. Mucho más difícil es localizar un medio en el que tengas la seguridad de que ninguno de sus artículos estará fuera del pensamiento católico.

Después de tres meses de su aparición, hoy viernes a las 12.00 horas en la Asociación dela Prensa de Madrid se presenta nuestro diarioya.es. Cuando se me pidió mi colaboración en sus páginas, no dudé un instante en sumarme a esta iniciativa por una sola razón la que responde a la garantía de que todas y cada una de las colaboraciones estarían orientadas desde los principios católicos al igual que las exposiciones de las noticias.

El término confesional no goza de eco positivo en nuestra sociedad. Sin embargo, ni estados ni partidos políticos ni medios de comunicación son realmente aconfesionales excepto en las declaraciones de intenciones que, por otra parte, no son más que un puro formulismo cuyo uso encanta a la hipocresía mundana en la que nos movemos y que tan negativamente afecta a toda la sociedad. El sistema es confesional y de ahí su alejamiento paulatino de una visión religiosa de la realidad. El laicismo como el ateísmo en todos los ámbitos que dominan se comportan confesionalmente. Desde el dominio de los totalitarismos, jamás ha existido una confesionalidad tan excluyente como la que sufrimos en estos momentos de la historia en los que un aberrante anticatolicismo une a todos los que se amparan bajo la protección de un nuevo tipo de confesionalidad.

Muchos se sentirían satisfechos de que el contenido del periodismo católico no fuera otro que el correspondiente a las hojas parroquiales. Por todo ello, creo que, también ha llegado el momento de valorar la realidad de presentar un periódico netamente confesional católico en el que desaparecen las equívocas “inspiraciones cristianas” de medios de comunicación y partidos políticos que terminan por admitir entre los suyos a los que defienden posturas contrarias a la Verdad, la vida, la familia, la moral, etc.

Cuando un católico desea iniciar una nueva andadura, en cualquier ámbito que tenga una proyección social, ha de hacerlo procurando ofrecer, con todos los medios a su alcance, la visión católica en los temas más transcendentes e importantes. Esto es lo que se pretende desde este diario digital. Han pasado tres años desde que Benedicto XVI afirmó: «Hace falta a la Iglesia el trabajo de los periodistas católicos y la prensa católica». Pues bien, a esa convocatoria del Papa felizmente reinante responde la labor de todos los que colaboramos en este periódico con la ilusión de tener un gran éxito para mayor gloria de Dios.

Fuente: Diario ya

http://www.diarioya.es/content/peri%C3%B3dico-confesional

viernes, 19 de septiembre de 2008

El poder de los "exprés"

Luis Joaquín Jaubert. 19 de Septiembre.

No recuerdo en qué momento de mi vida escuché por primera vez la palabra exprés, aunque supongo que sería en alguna película del oeste americano en la que se haría referencia al Pony Express. Luego ya se iría enriqueciendo mi vocabulario con el tren, la olla y otros términos acompañados del consabido exprés. Lo que nunca supondría es que terminaría asistiendo a la utilización de este vocablo aplicándolo a realidades que tocaran los fundamentos de la sociedad.
 
Que se descubra la manera de que los aparatos domésticos de uso cotidiano funcionen con una rapidez mayor que los considerados hasta entonces normales en su velocidad, me parece muy positivo y así en otros órdenes. Pero no deja de sorprender que los poderes gubernativos y legislativos estén interesados en su aplicación a temas que requieren por su propia naturaleza una profunda reflexión. La maldad que se haya detrás de esta actitud ha traído, está trayendo y traerá un sinfín de consecuencias trágicas y destructoras del orden natural de las cosas minando los cimientos de la sociedad.
 
Ya se demostró la negatividad de la ley del divorcio que generó una mentalidad, en las nuevas generaciones que se formaron bajo su sombra, la cual multiplicaría en las mismas, años después, las rupturas matrimoniales con respecto a las anteriores. La ley del divorcio exprés terminaría por hacer desaparecer un periodo meditativo que llevaba al 25% de las parejas a la reconciliación.
 
Siguiendo la misma pauta de pensamiento y de actuación, ahora pretenden pasar de la limitada, aunque inmoral y asesina, despenalización del aborto a su legalización total, es decir al aborto libre o exprés en el sentido en que no se necesitará de diálogos ni de solventar dudas con médicos o psicólogos o peritos. Que usted señora quiere abortar porque le duele la cabeza o porque ha tenido una discusión con su pareja sentimental y quiere hacerlo rabiar pase por esta puerta y no le de más vueltas.
 
Con la eutanasia se seguirá el mismo proceso, pues inmersos en la cultura de la muerte en la que no se deja vivir a las personas que comienzan su andadura en el seno materno con mayor razón se argumentará que los viejos ya han vivido bastante. Primero, como ya sucedió con el aborto, se limitará la ley a unos casos concretos, en los que se jugará con las sensibilidad del pueblo, haciéndole contemplar casos extremos de sufrimiento, después, introducida la nueva mentalidad anti-vida ya será libre. A ver caballero quiere usted que se acerque a su casa una necroambulancia, en unos minutos estamos allí y procure no equivocarse de pariente porque esto es rápido, es exprés.
 
Y de esta forma se podrá entender el cumplimiento de las penas exprés en las que mil años son un año como reza el texto bíblico refiriéndose a Dios. Y también podrá explicarse el porqué de los tribunales populares que tanto añoran algunos jueces. Usted es cura, monja o lleva un rosario o es conocido/a por ir a Misa. Pase y recorra ese pasillo que al fondo son las condenas exprés. Y estén tranquilos que sus fosas nunca serán removidas, aunque el enterramiento también sea exprés. Y, por supuesto, todo revisado con la historia exprés, es decir ustedes hermanos de San Juan de Dios que cuidaban enfermos fueron ejecutados porque eran los malos así lo ha decidido el parlamento en una votación exprés.
 
El último exprés conllevará el deseado fracaso escolar general, complementado con títulos rápidos en alguna tecnología y sin ninguna clase de humanidades de tal manera que, rotos todos los eslabones generacionales, en el futuro nadie pueda pensar, excepto en la educación para la ciudadanía en la que se enseñará, precisamente, a no contemplar la naturaleza sino a idear un mundo contra natura en el que sólo has de seguir las aberraciones, eso sí exprés, que se le ocurra al gobierno de turno.
 
Si de algo no me cabe duda es que estamos padeciendo una de las etapas de la historia más irracional, donde los poderes dominantes han conseguido que la capacidad de contemplación y de la consecuente reflexión hayan desaparecido de nuestro horizonte, acostumbrándonos a las frases cortas de una clase o casta dirigente que no pueden elaborar un discurso argumentado porque no sería exprés. ¡Qué Dios nos coja confesados!

viernes, 12 de septiembre de 2008

Para la persecución que se acentúa: Santidad

Muchas veces se antoja difícil, cuando estamos ante la imagen de un santo o de una santa, pensar en que, como seres de carne y hueso, durante su vida también fueron pecadores. Sobre los errores morales cometidos por estos hombres y mujeres de vida ejemplar, necesitados de la misericordia del Señor, hay poco que añadir. Pero de lo que deseo tratar es de las acusaciones de pecados inexistentes, inventados por las imaginaciones perversas, que constituyen parte importante de las tribulaciones y de la configuración de la santidad de estos fieles discípulos de Cristo.

Enfermedades del espíritu, provenientes de todo lo que pueda comenzar por el prefijo ego y que, en una natural y necesaria alianza con los pecados capitales, se complican con posteriores psicopatologías que hacen difícilmente conscientes actitudes contra casi todo lo positivo y bueno que les rodea. No es extraño, por tanto, que en torno a todos los santos haya un enjambre de personajes, incluidos clérigos, religiosos y seglares comprometidos en la pastoral eclesial que colaboran, activamente, con sus pecados de palabra y de obra a la santificación de aquéllos.

Si repasamos algunos aspectos de la vida de unos pocos santos y beatos y de otro tanto de hombres y mujeres, fundadores de recientes obras apostólicas, cuyos procesos de beatificación se encuentran en distintas etapas de desarrollo o que, incluso, todavía entre nosotros nos hacen testigos de un tipo de persecución que, iniciada casi siempre fuera de los muros de la Iglesia pero con repercusiones intraeclesiales, contemplamos como se convierte en especialmente dolorosa fuente de santificación para sus protagonistas.

Creo que sus ejemplos pueden servir de meditación, en orden a la propia santificación en el perdón y la humildad, a todos los fieles católicos, clérigos y laicos, que sufren la calumnia y la difamación de los que no pierden ninguna ocasión para cebarse en los hombres y mujeres de Dios y, desgraciadamente, de los cómplices hijos de la Iglesia. Pero, también, a estos últimos que realizando rápidos juicios u otros más elaborados por su falta de santidad o haciéndose eco de lo que “me han dicho” colaboran activamente con el espíritu del mal y con los enemigos de la Iglesia. La oración aparece, una vez más, necesaria para los unos y los otros pues no nos quepa la menor duda que los arrepentimientos y las retractaciones de muchos en sus falsas acusaciones han dependido, en gran parte, de la oración y el ejemplo de los propios afectados. En este sentido, son programáticas las palabras de San Pedro: “Vuestra conducta entre los gentiles sea buena; así, mientras os calumnian como si fuerais criminales, verán con sus propios ojos que os portáis honradamente y darán gloria a Dios el día que Él los visite” (1 P. 12). “...para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal” (1 P. 16-17).

Por otra parte, la importancia, desproporcionada, que los actuales medios de comunicación conceden a la difusión de cierto tipo de noticias, sin contrastar y sin posible respuesta en los mismos espacios, atentatorias a la buena fama y las campañas orquestadas, sistemáticamente, contra miembros destacados de la Iglesia sin otro fin que la destrucción de ésta, hacen tremendamente actual el tema que tratamos.

La persecución a la Iglesia en España va cobrando tintes dramáticos que abarcan a todas las edades y capas sociales. La cultura de la muerte, la destrucción de la familia y de la juventud y un largo etcétera no podrán imponerse sin una correspondiente desautorización de la Iglesia católica, de su jerarquía y de sus fieles. Cualquiera que ose protestar y luchar contra la degradación a la que nos quieren someter se va a topar con la difamación y la calumnia. Por todo ello, comencemos a prepararnos desde la santidad pues sólo la gracia de Dios nos puede hacer permanecer en la Verdad. Imitemos a los santos que siempre fueron valientes y soportaron toda clase de denigraciones porque sabían que con Dios todo se puede.

sábado, 6 de septiembre de 2008

¿Arquitectura religiosa o anónima?

Padre Jaubert. 6 de Septiembre.

Desde hace décadas, hay palabras que se han convertido en recurso habitual dentro de la terminología eclesial al uso. Identidad es una de ellas. Se afirma que existe una crisis de identidad en los sacerdotes y en los religiosos y, ciertamente, por lo menos en la obligada por los cánones del derecho indumentaria, no hay quien los identifique, pero de este tema ya escribiremos otro día. La verdad es que antes era fácil describir el conjunto de las características que debían adornar a personas u objetos que tuvieran que referirse a temas religiosos católicos. En el pasado no tan lejano, cualquier niño en el colegio era capaz de pintar en su cuaderno un cura o un templo. En nuestro tiempo, se lo hemos puesto muy difícil. Y es que, haciendo un juego de palabras de una misma etimología, porque sufrimos una pérdida de identidad no se identifica lo católico porque lo presentamos idéntico a los que no lo es. Todo un proceso contrario a los primeros cristianos que, en cuanto pudieron, definían su identidad por una diferenciación crítica con el entorno pagano.

Todos los días, al finalizar la celebración de la Santa Misa a los frailes de la Divina Providencia, a la salida de la casa religiosa de esta comunidad, me topo con un gran edificio que tiene todos los ingredientes externos de un templo actual. El problema reside en que es la piscina municipal con algunas vidrieras. Ya ha habido visitantes que han cometido el error consabido de entrar para informarse de los horarios de culto, sin llegar al extremo de pensar que la gran piscina podría ser un moderno recipiente dedicado al sacramento del Bautismo.

La rica simbología del pasado arquitectónico en lo religioso se ha disuelto en una amalgama sincretista mundana capitaneada muchas veces por técnicos sin Fe o cuando menos sin profundizar en lo que debe significar un espacio sacro. La pérdida externa de todo aquello que tiene que ver con lo sagrado aparece reflejada en la concepción de las nuevas edificaciones dedicadas al culto que, en realidad, están concebidas solamente en orden a la reunión de la asamblea, olvidando otros componentes esenciales a tener en cuenta para ser fieles a lo que la Iglesia ha pretendido, en su dilatada historia, con respecto al uso del templo.

No entro en la orientación, término que deriva de oriente, de los ábsides hacia el Este como era costumbre desde la antigüedad y de la colocación del altar en función del principio universalmente asumido de orar mirando hacia el Este en la espera de la segunda venida de Cristo, es decir todos los participantes en los sagrados misterios, sacerdote y fieles, vueltos hacia el Señor como pueblo de Dios que camina hacia Él y no como una reunión cerrada en sí misma. Simplemente, ya en el interior, hacer mención de la desaparición de una clara diferenciación de las distintas partes de la estructura del templo incluida el presbiterio, la pérdida de los altares laterales y la desacralización del altar principal similar a cualquier mesa de comedor, y la descentralización del sagrario, bien colocado en lugar secundario bien ocultado por el sacerdote celebrante que siempre está delante.

Sumado todo ello a los abusos litúrgicos, tan denunciados por los últimos cuatro papas, no nos ha de extrañar que, antes y después de las celebraciones, el templo se convierta en un patio de vecindario donde el recogimiento y la oración personal se convierten en una imposibilidad fáctica. Nada invita a lo contrario. Entre entrar en una Iglesia acorde a la tradición arquitectónica y entrar en un edificio actual, aparte de la formación de la persona que influye en su capacidad de interiorización, existe una diferencia en la que entran en juego muchos detalles que llevan al fiel a recordar donde se encuentra o a olvidarlo inmediatamente. Por tanto, arquitectura anónima no porque el técnico no haya firmado el proyecto, sino porque si no es por una cruz en el exterior o porque sabes adonde vas poco te ayuda lo que contemplas a reconocer que estás en un espacio sagrado que, junto a otras e importantes consideraciones, eleve tu espíritu tan abocado en nuestra sociedad a lo rastrero.

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/%C2%BFarquitectura-religiosa-o-an%C3%B3nima

viernes, 29 de agosto de 2008

Ante la muerte, qué preferiría

Joaquín Jaubert. 29 de agosto.

Durante cinco años desarrollé parte de mi labor pastoral en un hospital de grandes dimensiones. Fueron miles los enfermos, accidentados y ancianos que tuve la oportunidad de tratar, fundamentalmente, en el ámbito de lo espiritual. Jamás me hallé frente a un hospitalizado que se negara a escucharme y, siempre, con atención. Los únicos obstáculos, en contadas ocasiones, fueron interpuestos por familiares que, sea dicho de paso, sorteé aprovechando la ausencia de los mismos para alegría de los propios enfermos, algunos de los cuales ya eran conscientes del término de su vida en este mundo. No recuerdo ninguno que no quedara en paz tras dialogar sobre la verdad católica de la vida eterna y, en la mayoría de los casos recibir los sacramentos. Incluso, recuerdo algunas conversiones de una mormona, un musulmán, un hindú, algún testigo de Jehová y, por supuesto, de muchos bautizados alejados por años de la vivencia de la Fe católica.

Cuando, en estos días pasados, meditaba sobre todo lo dicho en los medios de comunicación social sobre el reciente accidente aéreo no dejaba de preguntarme si, a los ojos observantes del pueblo estupefacto, la misión de la Iglesia y, en especial, de los sacerdotes quedaría reducida a la celebración de los funerales, por otra parte protestados por algún pequeño grupo religioso que desea más cuota de audiencia. El trabajo loable y admirable de todos los que intervinieron en la ayuda de heridos y familiares de éstos y de los correspondientes a los accidentados difuntos ha sido reconocido por toda la sociedad. Especialmente, me he fijado en la importancia dada a los psicólogos que, sin duda, la tienen. Supongo que cerca habría un buen número de clero pero no recibí información sobre la actuación del mismo. En cualquier caso, pensaba como recordé en el primer párrafo de este artículo, mi experiencia en el hospital y lo que, en gran número, deseaban escuchar los que atravesaban un doloroso trance.

Como resulta que lo que aquellos que atendí meditaron en lo que a mí me gustaría que me dijeran en situaciones o estados similares a los expuestos, resumo que todo queda inmerso en lo que el catecismo católico presenta como los novísimos. Incluso, recuerdo lo que les gustaba, y agradecían que les leyera, los textos del citado catecismo lógicamente en la versión resumida o en los que ellos, si pasaban de cierta edad, habían aprendido de pequeños en el Astete o en el Ripalda.

Desgranábamos los artículos de fe sobre el sentido de la muerte cristiana, la misericordiosa justicia de Dios,  sobre el juicio particular, el cielo, el regalo del purgatorio, el infierno a evitar con facilidad porque deseamos morir en gracia y amistad de Dios, la resurrección de la carne, el juicio final, los tres estados de la Iglesia con la trascendencia de comprender la comunión con los santos y los difuntos y la importancia de la oración para manifestar ese amor de la única familia de Dios. La esperanza, virtud teologal, aparecía reflejada en los rostros de muchos que empezaban a aceptar la vida eterna como una realidad, algunas veces olvidada en medio de la vorágine de nuestro modo de vivir estresante. Ciertamente, aún con muy buena voluntad, sin la Fe no podemos dar respuestas a demasiadas preguntas que nos hacemos ante el misterio de la muerte. Dejemos que los que así lo desean puedan dialogar sobre lo que a ella concierne y que no se reduzca su meditación sólo al breve rito de las exequias, en las que unos ya no están, pues para ellos se celebran, y otros no están en condiciones por razones comprensibles.

Fuente: Diario ya

http://www.diarioya.es/content/ante-la-muerte-qu%C3%A9-preferir%C3%ADa

viernes, 22 de agosto de 2008

La olvidada o despreciada deontología profesional

Joaquín Jaubert, 22 de agosto.

Difícilmente puede existir un mínimo de principios morales o éticos en el desarrollo de cualquier profesión si no hay amor al trabajo. La doctrina católica siempre ha entendido el trabajo como un deber, incluso, en las Sagradas Escrituras, San Pablo afirmaba “si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma”. También, es un modo de santificación en el uso de los talentos recibidos. Trabajar en la mentalidad de las personas de no hace tantos años era un honor, además de una necesidad. A nadie le gustaba presentarse como un parado permanente ni como un dependiente de la asistencia social. Lo cierto es que, como en casi todos los ámbitos, el modo de contemplar el actuar del hombre ha variado y, en un amplio espectro social, el evitar trabajar, siempre o temporalmente, con distintas artimañas se ha convertido en una tolerada actitud por parte de la sociedad en general. Considero, en coherencia con lo hasta aquí descrito, que poco podemos valorar positivamente la evolución de la deontología profesional con estas premisas.

Nunca llegué a estudiar deontología, jurídica en mi caso, en la universidad. Creo que, como asignatura, fue desapareciendo paulatinamente de las materias a impartir en las aulas para después hacerlo, también, en el ejercicio de las profesiones por muchos de los que debidos estaban a prestarle atención. La expresión deontología profesional,  como conjunto de reglas o normas muchas veces recogidas en un código, que vinculan a los miembros de un colectivo profesional en orden al cumplimiento de unos deberes exigibles en el desarrollo de la actividad que le es propia, sufre el mismo deterioro que cualquier otra expresión o realidad que tenga relación con la moral o la ética, bien porque desaparece bien porque su definición es torticeramente variada para permitir actuaciones inmorales que no queden tipificadas en ningún código deontológico.

Recuperar, como en algunas carreras en determinadas universidades, la asignatura para ayudar a los alumnos a descubrir los aspectos éticos y los valores en juego de su futura profesión no es tarea fácil si tenemos en cuenta la posibilidad de la sustitución de sus contenidos tradicionales y enraizados en su nacimiento como sucede, salvando las distancias, con la educación para la ciudadanía al tener en cuenta los contravalores dominantes en la sociedad actual.

En cualquier caso, quería simplemente preguntarme que códigos deontológicos están en uso cuando, con la anuencia social, hay médicos que matan (aborto, eutanasia) olvidando el Juramento Hipocrático; historiadores que mienten, con la única finalidad de desautorizar a sus enemigos ideológicos; abogados que aconsejan denuncias falsas, por ejemplo en materia de maltratos, que algunas veces terminan con el encarcelamiento de un inocente o con su ruina económica y social; periodistas, sin amor a la verdad, en la búsqueda de titulares diarios; profesores que poco les importa el futuro de sus alumnos; comerciantes que, en un uso abusivo de sus posibilidades de manipular los precios, no se preocupan de las dificultades de sus clientes; jueces prevaricadores y un largo etcétera. No entro en el campo de la política porque en él se unen todos y cada uno de los desprecios a la suma de todos los códigos deontológicos. Por otra parte, no hay freno en destrozar vidas ajenas, familias enteras si ello favorece un futuro profesional hundiendo el del compañero que se tiene por “competidor”.

En todas las épocas ha habido indignos e inmorales profesionales. El problema de la nuestra es el casi reconocimiento social de formas y fondos que antes eran rechazados por el conjunto de la sociedad. En todo este fenómeno, tiene que ver mucho la actitud de aquellos políticos, que por ser dirigentes en la administración pública deberían dar ejemplo, y la de los legisladores que dan cabida a las inmoralidades amparándolas en leyes. Y no me refiero sólo a los continuos casos de corrupción que se van descubriendo a diario sino al hecho cierto de su poco servicio a los contribuyentes que los mantienen por obligación. Interesados, en un buen número, en una vida muelle y en unos sueldos inmerecidos siempre en subida, aportan a la ciudadanía una disculpa y un argumento para imitarlos.

Fuente: Diarioya

http://www.diarioya.es/content/la-olvidada-o-despreciada-deontolog%C3%ADa-profesional

sábado, 16 de agosto de 2008

Muchas bodas, pocos matrimonios

Joaquín Jaubert, 16 de agosto.

Aprovecho una frase, muy descriptiva, que le escuché al Vicario Judicial de mi diócesis como título de este artículo. El verano es tiempo de celebraciones festivas entre las que destacan las bodas, algunas de ellas vacías de contenido y que, por tanto, no inician un verdadero matrimonio. Durante el rito matrimonial, el sacerdote más de una vez reflexionará sobre la distancia abismal entre las palabras que se proclaman y los contravalores de una sociedad a la deriva. A pesar de esta realidad, ciertamente todos los que nos dedicamos a la tarea eclesial encomendada a los tribunales no dejamos de asombrarnos, día a día, de la multiplicación del número, en los últimos años, de demandas de nulidad matrimonial que se presentan ante los mismos.Muchos pueden pensar que este fenómeno es un simple eco del a su vez número elevadísimo de divorcios que se sentencian en nuestra nación, en algunas regiones superior al correspondiente a los matrimonios. No es esa la explicación verdadera porque siendo dos figuras distintas, en todos los órdenes, sólo coinciden en la constatación de los fracasos de la unión matrimonial. El divorcio es en sí mismo un mal social, promovido por la legislación actual, que genera una mentalidad rupturista, que también se propicia en otros tipos de convivencia social, y que, consecuentemente, favorece el capricho, evitando la asunción responsable de un compromiso en los contrayentes en orden a tan importante institución cual es el matrimonio. Mentalidad que sí afecta, por otra parte, a algunos de los capítulos que más abundan en las causas de nulidad, entre ellos, sirva de ejemplo, el de la exclusión de la indisolubilidad.

La banalidad, tan de moda en los comentarios mediáticos, trasladada al pensamiento de la generalidad de los ciudadanos lleva a considerar a muchos de ellos que la Iglesia sigue un camino paralelo a las legislaciones destructoras del matrimonio y de la familia en lo civil. Nada más lejos de la realidad que no es otra que los efectos producidos por una sociedad sin valores ni principios respetuosos con el orden natural de las cosas, alejada de las fundamentales formas de la visión cristiana, que mal educa ya a todas las generaciones que viven en ella en un egocentrismo extremo que incapacita para asumir y cumplir las obligaciones mínimas de un matrimonio, en una superficialidad e inmadurez que impide gravemente discernir el consentimiento, en la mentira y el engaño, en un pansexualismo que no deja espacio para una íntegra complementariedad en la pareja, en la infidelidad en todos los campos sociales  donde la palabra dada no tiene valor alguno y que, por supuesto, incluye la pronunciada en la Iglesia ante Dios.

Por lo antes afirmado, hemos de ser claros, por caridad cristiana, en la denuncia de una situación fomentada desde unos poderes que no piensan sino en la demagogia del pan y circo, sin pararse a meditar en el sufrimiento que infligen a todos los que padecen realidades que antes no se daban en tan alto porcentaje por la sencilla razón de que los valores reinantes antaño eran muy distintos en tanto en cuanto ayudaban a salir de uno mismo, lo que recomiendan tanto los buenos psicólogos, para pensar más en los demás. ¿Cuántos matrimonios se salvaron, después de algunas crisis, y fueron más o menos felices gracias a una mentalidad que miraba más allá del ego de cada uno de los esposos? No es feliz la sociedad contemporánea, no son felices los jóvenes, no son felices los niños en tratamiento psicológico por el divorcio de sus padres o por la nulidad de un vínculo que, por tanto, nunca existió… ¿lo son los gobernantes y los legisladores con sus divorcios Express y demás medidas tendentes no a salvar cabezas sino a cortarlas, conducentes al desprestigio de una institución natural que está por encima de ellos?

En definitiva, para no mezclar figuras jurídicas diversas, sólo quiero plantear que no es la Iglesia quien promueve las nulidades, como eco necesario de los divorcios que sólo son un capítulo más de todos los contravalores dominantes, sino que es el contexto social en su totalidad, por los citados contravalores, el que la ha conducido a encontrarse que los fieles que solicitan el matrimonio canónico se mueven y desarrollan, desgraciadamente, en un medio que al no ser católico tampoco entiende en absoluto la institución matrimonial en su compleja realidad y,… sin embargo… sino aparece un manifiesto impedimento, hay que casarlos y encomendarlos a Dios a la espera de que la Providencia nos ayude a descubrir las pastorales contracorriente que vayan desmintiendo el título del artículo. Una sociedad con otra mentalidad y con valores haría disminuir el número de nulidades vertiginosamente.

Fuente:

http://www.diarioya.es/content/muchas-bodas-pocos-matrimonios